Con esta entrada voy a dar comienzo a una serie de textos donde, de manera espero que amena y pedagógica, voy a rescatar del baúl de los recuerdos de la evolución (que no del de Karina, la eurovisiva cantante que en el año 71 quedó en segunda posición en el popular festival con su canción “En un mundo nuevo”) a varios animales que hasta no hace mucho tiempo acompañaban a la especie humana en el planeta Tierra. A decir verdad, creo que ninguno de los casos que voy a ir mostrándoles semana tras semana tiene más de 300 años de antigüedad, con lo que podemos afirmar que nos dejaron en épocas recientes, algunos de ellos nos han dejado tan recientemente que lo hicieron en la década de los 50’s del pasado siglo XX (como dirían “Los Yesterdays” de Juan Carlos Aragón, que en paz reviente).
El primero de estos casos que he querido rescatar por lo llamativo del mismo es el de la Quagga o cuaga. La quagga (Equus quagga quagga) era una subespecie extinta de cebras (Equus quagga) de pelaje rojizo, el cual no estaba no rayado a la altura de sus cuartos traseros ni en el lomo. Asimismo, su vientre y patas eran completamente blancas. Estas enormes diferencias en cuanto a coloración incluso conllevaron a que fuese descrita en 1788 y durante mucho tiempo se considerase a la quagga como una especie independiente. Así, a pesar de considerarse extinto desde 1.883, la quagga es el único animal extinto cuyo ADN se ha extraído, secuenciado y estudiado en su totalidad, gracias a lo cual investigadores de la Smithsonian Institution de Washington han conseguido probar que se trataba sin duda alguna de una subespecie de la cebra de planicie y que se definió como raza hace entre 290.000 años y 120.000 años.
Se debe advertir al lector que los afrikaans (hablantes de una lengua germánica derivada del neerlandés ampliamente hablada en Sudáfrica, Namibia y determinadas zonas de Botswana) utilizan la palabra quagga (pronunciada la doble g como una “ch” gutural) para referirse a cualquier cebra, incluyendo las otras dos especies de cebra: la cebra de montaña (Equus zebra) y la cebra de Grévy (Equus grevyi). Así, quagga parece proceder del idioma hotentote, teniendo un origen onomatopéyico, parecido al ruido característico que realizaría el animal. Una vez hecha esta oportuna aclaración, creo que ahora sí estamos en disposición de conocer qué llevó a la extinción a las quaggas.
A pesar de que se ha escrito mucho sobre las posibles causas de extinción de las quaggas, por lo general se atribuye a la caza implacable a la que fue sometido al animal, incluso otras hipótesis (más peregrinas o menos sólidas desde el punto de vista científico) hablan de un planeado exterminio por parte de los colonizadores sudafricanos. Según testimonios escritos, durante el siglo XIX era bastante común cocinar carne de quagga entre los trabajadores del campo (la carne era utilizada para alimentar a los peones o braceros hotentotes, etnia nómada de Namibia y Botswana) , e incluso se estableció un pingüe negocio entorno al comercio de cuero con fines industriales. Así, libros como Retratos de juego y la vida salvaje del Sur de África, escrito por Harris en 1.840, proporcionan evidencia escrita de la matanza masiva de animales salvajes, hechas no sólo por colonos, sino también por los privilegiados viajantes que llegaban hasta el Cabo de Buena Esperanza con la finalidad de satisfacer sus ansias de caza. Tal nivel de caza y depredación humana sobre las quaggas sudafricanas a lo largo de todo el s. XIX dieron como resultado un drástico descenso o incluso la desaparición de estas y otras especies en esta zona de África.
La percepción de que la quagga fuese señalada para ser exterminada por los colonos no se apoya en las evidencias históricas. Mientras que la caza excesiva jugó sin duda alguna un importante papel en la desaparición de la quagga, la confusión y el uso indiscriminado del término “quagga” para referirse a cualquier cebra contribuyó sustancialmente a incrementar tal “leyenda negra” (que siendo honestos, algo sí que de leyenda negra queda). Lo que sí parece seguro es que esta confusión al denominar bajo el vocablo “quagga” a tantas y tan diferentes taxones impidió aunar esfuerzos para en un último impulso conseguir conservar al quagga (Equus quagga quagga) y salvarlo de la extinción. Así, cuando la última quagga murió (habitaba en el zoológico Artis Magistra de Amsterdam) un 12 de agosto de 1.883. La quagga desapareció de la Tierra y el impacto ecológico y evolutivo de tal extinción pasó completamente desapercibido.
A pesar de las manipulaciones genéticas altamente sofisticadas que hoy se utilizan, la extinción sigue siendo un proceso final, tan final como lo ha sido siempre. ¿Qué quiero decir con esto? Que si una especie (ya sea animal o vegetal) ha desaparecido de la Tierra ya sea por causas naturales o como consecuencia de la actividad humana, la pérdida es irreversible. Sin embargo, muchos son los científicos que opinan que como la quagga no era propiamente una especie, sino una subespecie o raza local de la cebra de los llanos, la extinción no tiene porqué ser un proceso irreversible y han creado un proyecto de cría emocionante que lleva funcionando de 1.987 y que tiene como objetivo revertir la extinción de la quagga. ¿A que ya saben o se van imaginando el nombre de este proyecto? Exacto: “Proyecto Quagga”.
A pesar de que existe la posibilidad de clonación de la quagga a partir del ADN preservado (y recordemos, también secuenciado) que existe en la Smithsonian Institution de Washington, el “proyecto quagga”, el cual se desarrolla en Vrolijkheid desde 1.987, no basa su hipótesis de “resurrección” de la quagga en la clonación, sino en la selección de “nuevas” quaggas a partir de cebras de planicie del Parque Nacional Etosha (en Namibia), potenciando, mediante un proceso de cría selectiva, aquellas características y cualidades más afines a la originaria quagga en cada generación.
Este tipo de proyectos de resurrección siempre son altamente polémicos, basta ver ejemplos como el del mamut de Jarkov (Mammuthus primigenius), que pretende establecer a este animal de nuevo en el permafrost siberiano. Traer a la vida a un animal extinto y cuyo hábitat presumiblemente se encuentra altamente modificado, alterado y antropizado conlleva muchas dudas (tantas como implicaciones morales, éticas, ecológicas o incluso de índole metafísica y/o religiosa). Como ven, hay opiniones enfrentadas a este respecto, ya que hay quienes consideran que los animales extintos deben permanecer en el registro fósil y en los museos y quienes, por medio de la innovación, quieren traerlos de nuevo a la vida. Nosotros les invitamos a que si este tema les interesa, lean al respecto y sopesen por sí mismos las evidencias, pruebas y argumentos que presentan unos y otros para defender sus posicionamientos y tesis.
Quién sabe si los nativos sudafricanos verán pastando nuevamente en libertad a las quaggas. Como decía mi entrañable abuela: “No preguntes por saber, que el tiempo te lo dirá. No hay cosa más hermosa que el saber sin preguntar”. Cuando era pequeño pensaba que era cierto y una verdad inmutable, pero hoy día… ¡Ah, qué es pues sino la ciencia si no preguntar y buscar respuesta a nuestras dudas!
2 comentarios en “Un proyecto llamado Quagga”
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Espero que la clonen. Dios estará de acuerdo y la Ciencia, también.
Gracias.