Los registros fósiles actuales datan la aparición del reino Plantae hace 3.500 M.a, en una época conocida como Precámbrico. Desde entonces, la sucesión de cambios ambientales ocurridos sobre el planeta determinaron su constante evolución derivando en la formación de plantas marítimas, plantas terrestres, plantas con semilla y angiospermas.
Gradualmente, el desarrollo de la flora global coincidió con el de parte del resto de reinos (Monerae, Protoctista, Fungi y Animalia), gracias a las numerosas interacciones que empezaban a establecerse y a la complejidad sistemática que los organismos comenzaban a adquirir.
Las marismas son los ecosistemas por excelencia de las halófitas
Durante este lento proceso, la evolución de primate a hombre origina que las interacciones planta-humano alcancen su mayor grado de especialización, ya que el entendimiento y explotación de los recursos vegetales han permitido el descubrimiento de cualidades comestibles, medicinales y tóxicas de las plantas, al igual que han ayudado a mejorar el estado de bienestar de la sociedad. Características que han podido englobarse bajo el término de etnobotánica.
Por ello, este artículo va dirigido a explicar cómo el estudio de la etnobotánica ha permitido reorientar nuestra producción y dieta hacia la obtención y consumo de especies halófitas (especies tolerantes a la sal) por la cualidades nutricionales que las componen, así como por su facilidad para crecer en suelos sometidos a estrés salino.
Unos los principales motivos de este cambio, viene dado por el aumento constante de la población a pasos agigantados, ya que se estima que para 2050 el número de personas ascienda de los 7.000 millones actuales hasta los 9.100 millones. Estimaciones que, en caso de darse, pondrían en sobrerriesgo la seguridad alimentaria mundial debido al aumento de la cantidad de comida per cápita.
A raíz de ésto, los países se verán obligados a establecer mayores áreas destinadas al cultivo, mejorar su rendimiento a través del uso de agroquímicos, fertilizantes orgánicos y controles biológicos, así como de optimizar la gestión del suelo y agua empleada. Algo que, a primera vista, no parece sencillo de llevar a cabo.
De hecho, hoy en día, ya es posible observar parte de los efectos originados por el exceso de población. La necesidad de mantener el nivel de producción, está llevando a la constante irrigación de los suelos de cultivo con fertilizantes artificiales e insecticidas. Ésto, junto con la evapotranspiración, están originando la acumulación de grandes concentraciones salinas que ponen en riesgo el crecimiento óptimo de los cultivos y obligan, una vez se alcancen la concentraciones límites de sales, al abandono y búsqueda de nuevos suelos donde mantener el ritmo productivo.
Ante ésto, toman especial relevancia las halófitas. Su capacidad para sobrevivir en numerosos ambientes con altas concentraciones de sales donde ninguna otra planta crecería, ha llamado la atención de los investigadores, quienes aunando sus esfuerzos, han llegado a considerar a las halófitas como una de las plantas más interesantes de estudio pese a constituir sólo un 2% de la flora global del planeta.
Al principio, se observó que podrían influir enormemente en la desalinización y recuperación de los suelos destinados a la agricultura por su alta tolerancia a la sal, a los pesticidas y a las enfermedades. Sin embargo, más adelante se descubrió que también podrían contribuir como cultivos de energía renovable (por su capacidad para producir etanol) o cultivos alimentarios.
En relación a este artículo, las especies más destacadas en el ámbito culinario son Sarcocornia perennis (planta anual) y Salicornia ramosissima (planta perenne) debido a sus propiedades organolépticas o medicinales halladas en sus suculentos brotes, muy apreciados en la alta cocina por su salado gusto.
Tales plantas halófitas, típicas de las marismas de países asiáticos, europeos y africanos, presentan interesantes perfiles nutricionales caracterizados por contener altos niveles de proteínas (5,2-13,2g/100g de peso seco), de ácidos grasos (destacando el ácido – linoleico como componente principal del lipidoma), sales (potasio, cloro y sodio), fibra y metales pesados (por debajo de los límites impuestos por la Comisión Europea). Cualidades que las hacen ser consideradas un alimento bien valorado.
En definitiva, la búsqueda obligada de soluciones por los efectos de la súperpoblación mundial, ha llevado a la inversión y a la unificación de esfuerzos dirigidos a aumentar el conocimiento sobre la etnobotánica. Gracias a ello, se han podido establecer nuevos métodos de cultivos con plantas halófitas que, además de constituir una fuente nutricional importante, favorecen la recuperación de suelos sometidos a estrés salino.