En los últimos años se ha puesto de moda todo lo que venga acompañado de la palabra “forense”, incluidas las series de televisión donde los antropólogos físicos son algo así como genios con bata blanca capaces de, simplemente con echar un simple vistazo a unos huesos, saber con certeza lo mucho que le gustaba a esa persona jugar al tenis los jueves por la tarde. Aunque esto, por mucho que nos esforcemos, no es así, sí que es cierto que las técnicas de Antropología Física (sólo se habla de “Antropología Forense” cuando estamos en un contexto judicial), permiten recabar mucha información sobre una persona. Podemos definir la Antropología Física, por lo tanto, como el estudio del ser humano, su variabilidad y su relación con el medio a través, únicamente, de los restos óseos.
El sexo es, junto con la edad, quizás una de las primeras cuestiones que se deben resolver ante el descubrimiento de un esqueleto sin identificación. Entonces, ¿es posible determinar si un esqueleto pertenecía a una mujer o a un hombre con seguridad, solamente con los huesos? A esta pregunta podemos responder, tajantemente, que sí.
En el esqueleto encontramos varios huesos que pueden ayudarnos a determinar el sexo: los que forman el cráneo o la pelvis son quizás los más usados dada su gran fiabilidad. Siempre que se pueda, es preferible hacer un estudio completo del esqueleto, valorando de manera global la información que nos proporciona cada hueso de manera individual. La variabilidad del cuerpo humano es casi infinita y no podemos permitir que una pequeña modificación en un hueso distorsione una valoración científica.
El estudio del cráneo puede complicarse en casos en los que se encuentre incompleto, fracturado o deformado por el peso de, por ejemplo, la tierra, si hablamos de un contexto arqueológico. En comparación con el cráneo femenino, el masculino sería más grande y más pesado y con unas intersecciones musculares más marcadas, sobre todo la protuberancia occipital externa y las mastoides. La mandíbula sería más robusta, con unas regiones goniacas más marcadas y un paladar más ancho.
Cráneos masculino y femenino en norma frontal y lateral. Modificado de Herrmann et al., 1990
La pelvis es reconocida como la estructura anatómica más fiable en la determinación del sexo. La necesidad de facilitar la salida del bebé a través del canal del parto hace que la pelvis femenina sea más ancha, que no más grande, lo que modifica claramente la estructura de cada hueso.
También, y aunque parezca imposible los dientes están siendo una buena herramienta de estudio en la determinación del sexo. Numerosas investigaciones, demuestran el alto grado de dimorfismo sexual que hay en algunas piezas dentales. Hasta ahora si en algo están de acuerdo estos estudios es en que parece ser los caninos son los dientes más útiles para este cometido.
Todo lo mencionado hasta ahora cambiaría, o mejor dicho, dejaría de tener eficacia, cuando hablamos de individuos infantiles. Existen dos procesos implicados en la diferenciación sexual: intrínsecos (genéticos, hormonales, etc.) y extrínsecos (ambientales, etc.). Las hormonas responsables de esta diferenciación se sabe que ya están presentes en la décima semana de gestación, lo que haría esperable la posibilidad de determinar el sexo incluso en individuos subadultos. A pesar del gran avance de la Antropología Física, la sutileza de las diferencias entre los huesos de niños y niñas y el uso de técnicas cualitativas, basadas en la observación del investigador, aumentan demasiado la subjetividad de los estudios como para ser eficaces. Recientemente el análisis de coordenadas cartesianas de los diferentes puntos anatómicos (llamados landmarks y semilandmarks) de un hueso, técnica conocida como Morfometría Geométrica, están permitiendo resolver estos problemas. Investigadores españoles como el Dr. Estévez y colaboradores (Laboratorio de Antropología de la UGR), ya han demostrado la fiabilidad del ilion para este fin.
Ilion infantil izquierdo colocado en posición ventral. En el se ilustran los landmarks y semilandmarks localizados en la escotadura ciática y la superficie auricular.