Desde luego, el cambio climático se nos presenta como un futuro desalentador. El bombardeo mediático de aleatorias distopías está activo desde hace ya un par de décadas para advertir de la próxima realidad. Pero, verdaderamente, ¿qué se está haciendo para frenarlo? ¿Cuáles son las amenazas que merecen ser aplacadas por las élites internacionales? Se avecina un nuevo tablero de juego, con reglas y fichas novedosas para la geopolítica. Por ello, los esfuerzos económicos de los más estrategas van destinados a que, pase lo que pase, tengan las “mejores escobas” para “barrer” para casa. Bajo esta lógica, se coloca uno de los países candidatos a liderar la hegemonía mundial, hablamos de China.
Ésta se encuentra en uno de los puntos más vulnerables de impacto del cambio climático. En muchas listas que estiman cuáles serán las ciudades más afectadas por el cambio climático, suelen aparecer grandes ejes económicos chinos como Shangai, Zhanjiang, Shenzen o Guangzhou. Todas situadas en la Península de Leizhou, zona con una gran importancia industrial y portuaria. Todo este centro de desarrollo del país se ve altamente amenazado por las subidas del nivel del mar, que ya en el año 2.008 se cobraron 602 kilómetros de tierra por la erosión costera. A la vez que puede ser uno de los territorios más afectados, también es uno de los más responsables de esta amenaza, pues desde los 70 ha alcanzado en muchos años los mayores picos de emisiones de CO2 del planeta. Por otra parte, la Península de Leizhou se verá amenazada por tormentas y huracanes debido en cierta medida a la desaparición de los manglares de la costa meridional, (que funcionan como escudo absorbiendo el 80% de la energía del oleaje) fruto tanto del cambio climático como de la sobreexplotación de estos ecosistemas en los cultivos de camarones.
Por otro lado, la industria agroalimentaria también se verá afectada debido al incremento de temperaturas, suponiendo una pérdida de la producción de arroz del 11,3% para 2.050, acompañada de una bajada de la calorías disponibles per cápita en el país. Sumado a esto, el deshielo de los glaciares asiáticos afectará a muchos ríos del continente, entre ellos el Indo, cuya cuenca china corresponde a los territorios de Tíbet, una de las zonas más pobres de la República Popular. El desabastecimiento de agua que podría ocasionar el deshielo de estos glaciares por una subida de 1.5ºC, (cifra reto propuesta por el Acuerdo de París) acarrearía graves consecuencias en cultivos, en presas hidroeléctricas y en la disponibilidad de agua potable. Dicho desabastecimiento provocaría una pérdida masiva de cultivos (el arroz, de hecho, necesita zonas de tierra inundadas para su crecimiento), suponiendo grandes pérdidas económicas a las compañías hidroeléctricas al “dejar secos” los embalses y disminuyendo la cantidad de agua potable disponible para la población.
Se prevé que esta crisis agrícola traiga de la mano una oleada de migraciones de las zonas rurales a las zona urbanas. Por supuesto, es bien conocida la sobrepoblación de las mega-ciudades chinas, por lo que estos desplazamientos masivos deberán gestionarse de algún modo. Este fenómeno, desde luego, no es nuevo, pues la población urbana ha pasado de ser 16% del total en 1.960 al 57% según las últimas estimaciones del Banco Mundial.
Para solventar esta fatídica situación de sobrepoblación, la República Popular se ha embarcado en varios proyectos que bien podrían superar a la ficción en la visión futuristas de las ciudades. Se plantea la construcción de 15 mega-metrópolis con emisión de CO2 cero que incluyan sistemas de energía renovables de autoabastecimiento. Para llevar a cabo estos descomunales proyectos, China ha comenzado a invertir cuantiosas cantidades de dinero en I+D, pudiendo superar para 2.022 las inversiones de EEUU según las estimaciones de la OCDE. Gran parte del desarrollo de la investigación está dedicado a la innovación en tecnología renovables, destinándose un total de 100.000 millones de dólares a las energías limpias. Actualmente, China cuenta con 5 de las 6 empresas de placas fotovoltaicas y módulos solares más importantes del mundo, posicionándose a la cabeza de los países que abanderan las tecnologías renovables. Todas estas estrategias, que cuentan con el apoyo de colectivos ecologistas, no son las únicas que está llevando a cabo la República Popular para enfrentar la crisis que se avecina.
Las estimaciones predicen que el presupuesto destinado a la i+D de China acabará por superar al de EEUU hacia 2019.
Sí es cierto que China ha propuesto muchísimos proyectos en pos de las energías renovables; muchos están siendo llevados a cabo con bastante eficiencia y se ha prometido reducir su dependencia energética de hidrocarburos. Sin embargo, encontramos determinadas políticas internacionales que siguen una línea muy distinta. No sólo a día de hoy China sigue siendo el mayor importador de petróleo, gas natural y carbón del mundo, sino que está jugando sus cartas para poder serlo con mayor diferencia con respecto al resto de países. Quizás asegurándose el mercado de la energía cuando la crisis del petróleo triplique su intensidad, China ha construido un complejo entramado de acuerdos internacionales para picotear de todos los pozos de petróleo distribuidos por el planeta. A día de hoy, cuenta con más del 50% de las importaciones de petróleo del globo y probablemente la cifra continúe creciendo tras la explotación consensuada con Rusia de las reservas del ártico. Sumado a esto, está la presencia de empresas chinas como China National Petroleum Corporation (CNPC) o PetroChina en las reservas del Mar Caspio, que cuenta con casi 40 mil millones de barriles de petróleo y 20,8 billones de metros cúbicos de gas natural. Kazajstán, Turkmenistán y Azerbaiyán son los países con derechos sobre este extenso territorio marino, y son los que han cedido el permiso a estas empresas chinas para operar sobre sus aguas.
Cabe destacar las reservas de petróleo del Mar de China, las cuales, para su explotación, la República Popular está desarrollando múltiples estrategias de expansionismo militar sobre el derecho de las aguas. La legitimidad de esta expansión se fundamenta en motivos históricos, siendo la lucha más significativa la recuperación de Taiwán, isla que también tiene a su alcance los recursos energéticos de este mar. Con bases navales por toda la expansión marina, China tiene como objetivo no sólo recuperar la soberanía de Taiwán, sino también absorber las Islas Paracelso y la isla de Spratly. Recuperar Taiwán es una estrategia que cuenta con las dos caras de la moneda energética, pues no sólo permite la extracción de petróleo de sus aguas sino que eliminaría la competencia en materia de energía solar, pues en la isla se encuentra la mayor empresa de semiconductores del mundo, Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC).
Rutas comerciales de exportación de crudo previstas para 2020 en millones de barriles al día.
En un futuro próximo, China se convertirá en la mayor poseedora de las explotaciones recursos renovables como no renovables, lo que le colocará en una esfera aún más influyente si se pudiese, de lo que es ahora. China, históricamente aislada, ya está preparando las conexiones y rutas comerciales necesarias para dicho objetivo. Uno de estos proyectos, es la creación de una nueva ruta comercial, inspirada en la antigua Ruta de la Seda que pasará por los países del Mar Caspio mencionados anteriormente. Esta inclusión en el proyecto podría ser una moneda de cambio por los permisos de explotación petrolera. Tiene mayor relevancia el Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP), un acuerdo comercial de China, India y Japón que permite una zona de libre comercio entre ellos. Este tratado cobra más importancia tras la negativa de Trump a seguir con el TPP (Trans-Pacific Partnership), el tratado bilateral impulsado por Obama del comercio del Pacífico, que le hacía la pinza a China, marginándola de las rutas comerciales. El presidente norteamericano, más interesado por las cuestiones internas de su país, deja vía libre a China para conquistar el puesto de la hegemonía mundial.
China tiene los mejores instrumentos para el futuro concierto internacional, ha sabido jugar sus fichas procurando que en la configuración de un escenario político de cambio climático tenga el papel protagonista. Dentro de todo este caos mercantil podría ser el Plan Made in China 2.025 la escoba que barre el mundo para China, pues aunque aún no se tiene demasiada información, beneficiará a las empresas locales y nacionales. Aunque la liberalización de China es más que evidente, y poco más que la burocracia y la austeridad le quedan de la herencia comunista, quizás algunas enseñanzas del dirigente Mao Zedong siguen presentes en la mente de los políticos chinos “No dejen que los problemas se acumulen y causen muchas complicaciones antes de resolverlos.”