Los microplásticos son fragmentos de plástico de un tamaño menor a 5 mm. Estos pueden ser primarios, es decir, que llegan al medio como tales (productos manufacturados usados en la cosmética conocidos como microperlas); o secundarios, esto es, que surgen por la fragmentación, a través de procesos físicos, biológicos y químicos, de elementos de plástico más grandes.
Una de las fuentes más importantes de la emisión de microplásticos es la ropa. Por cada prenda se desprenden aproximadamente 1900 fibras de poliéster y fibras acrílicas, lo que se traduce en que hasta el 80% de los microplásticos encontrado en las playas proviene de las lavadoras domésticas. Las fibras sintéticas se empezaron a producir en Estados Unidos en los años treinta y, tras la segunda Guerra Mundial, esta industria se extendió a Europa. Los organismos más afectados por este tipo de microplásticos son los filtradores bentónicos.
En la imagen podemos ver una fibra de microplástico al microscopio (Trabajo propio de M.Danny25, Wikipedia).
Los microplásticos se encuentran en todo tipo de ambientes marinos, desde el fondo marino hasta las playas. Siendo contaminantes de origen antropogénico, no es de extrañar que suelan ser más abundantes en áreas urbanas. Aproximadamente el 80% de los residuos plásticos provienen de fuentes terrestres, por ejemplo, de plantas de tratamiento de aguas residuales donde los sistemas de filtración son incapaces de retener las microperlas, que llegan de esta forma al océano.
En 2015, en Estados Unidos se restringió el uso de las microperlas en los productos de higiene y cosmética, mientras que en Europa se están implantando leyes contra los plásticos de un solo uso que entrarán en vigor a partir de 2021. Aunque se tomen medidas contra los nuevos vertidos de plásticos, hay que tener en cuenta que aún se está investigando sobre la eliminación de los que ya hay en el medio. Una de las opciones que se están barajando es el uso de bacterias para la biorremediación, para lo cual se está estudiando si potenciar las enzimas implicadas en la degradación de plástico que naturalmente tienen estos microorganismos, mediante ingeniería genética puede acelerar el proceso y hacerlo más eficiente.
El papel de los microorganismos en el problema del plástico puede traer tanto los beneficios comentados como efectos perjudiciales, ya que la superficie de los residuos plásticos ofrece un sustrato que pueden colonizar microorganismos patógenos para el ser humano y especies de algas perjudiciales (lo que ha recibido el nombre de plastisfera).
Otro de los problemas asociados a los microplásticos es su incorporación a la red trófica. Los animales que se alimentan de zooplancton confunden los microplásticos con estos organismos, aumentando de esta forma su dispersión a lo largo de los ecosistemas acuáticos. El hecho de que los animales marinos ingieran microplásticos puede provocarles úlceras de estómago e infecciones y falsa sensación de saciedad, lo que puede afectar al crecimiento, así como a la producción de energía para reproducirse y seguir alimentándose. Aunque, actualmente, se sigue investigando el efecto de la toxicidad de los microplásticos sobre los seres vivos, se sabe que estos pueden absorber y acumular contaminantes orgánicos hidrofóbicos como los bifenilos policlorados (PCBs por sus siglas en inglés) e hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAHs), además de los químicos que ya llevan incorporados, como estabilizadores o retardantes de llama.
Los PCBs son de los contaminantes más vigilados con respecto a su efecto en la salud. Se usaron mucho industrialmente en los años cincuenta y los sesenta, pero su uso se restringió a partir de los años setenta. Aun así, actualmente se siguen encontrando en el medio marino. Están relacionados con el desarrollo de cáncer, problemas de piel, enfermedades crónicas y otros efectos toxicológicos.
Por otro lado, los polibromodifenil éteres (PBDEs) son polímeros mezclados con retardantes de llama. Se empezaron a usar a partir de los años ochenta, aunque se ha descubierto que pueden provocar daños en el hígado, en el sistema nervioso y en la capacidad reproductiva.
En cuanto a los seres humanos, hay que tener en cuenta que el consumo de peces y algas no es la única fuente de microplásticos de la dieta, se estima que en los suelos agrícolas se pueden llegar a acumular más microplásticos que en los océanos. Estudios demuestran que algunas plantas son capaces de incorporar los microplásticos presentes en el suelo donde crecen, pero aún se desconoce el mecanismo por el cual lo hacen.
Se estima que cada ser humano puede ingerir entre 74.000 y 121.000 partículas de microplásticos al año, 90.000 más en el caso de las personas que utilizan botellas de agua de plástico desechables. El efecto de los microplásticos en sí en los seres humanos aún se está estudiando, pero ya se han confirmado algunos efectos de compuestos como el bisfenol A (BPA), un aditivo plástico que se relaciona con problemas de obesidad, enfermedades cardiovasculares y reproductivas y cáncer de mama.