Las invasiones biológicas en los ecosistemas acuáticos se están produciendo a un ritmo creciente, debido principalmente a la naturaleza abierta de los sistemas costeros y oceánicos que ofrecen menos barreras que en los ambientes terrestres. Por ejemplo, las estructuras como el Canal de Suez, permitirían un mejor flujo de especies desde el Mar Rojo hacia el Mar Mediterráneo, siendo esta vía una fuente importante de especies no nativas para la costa este y sur de la península ibérica. De este modo, de entre los distintos vectores de dispersión para especies acuáticas, probablemente las actividades relacionadas con la navegación son responsables de la mayoría de las introducciones actuales. Se estima que hay más de 480.000 movimientos anuales de barcos y un transporte de 2 a 3 mil millones de toneladas métricas de agua de lastre de los barcos anualmente, transportando de 4.000 a 5.000 taxones por día. Estos vectores junto con otros, implican la introducción de una especie exótica que terminará por formar una nueva población más allá de su rango natural aproximadamente cada nueve semanas. Por otra parte, es importante no olvidar el comercio internacional de mascotas y a la acuicultura como fuentes de especies exóticas en los ecosistemas acuáticos.
La zona sur de la península ibérica, entre el Mar Menor y el Golfo de Cádiz, no pasa desapercibida a estos acontecimientos. Ubicada entre las masas de agua Atlánticas-Mediterránea y entre los continentes africano y europeo, es considerada una importante zona de llegada de especies no nativas (ENN) marinas a la península ibérica y puerta de entrada a Europa de nuevas especies exóticas. Por un lado, mediante el proceso de tropicalización, se espera que especies africanas, tal como ha ocurrido con otros invertebrados marinos, se propaguen a lo largo de las costas del Atlántico occidental de Europa a medida que el aumento de las temperaturas vaya expandiendo el hábitat de especies tropicales hacia las aguas más templadas de los hemisferios del planeta terrestre. A pesar de que la tropicalización de los ecosistemas marinos templados es inevitable, la propagación de especies no nativas es hoy por hoy, debido a su enorme transcendencia, un tema candente a escala mundial, y se encuentra a la vanguardia de la investigación en conservación. Por ejemplo, en España, el puerto de Algeciras ocupa el primer lugar en volumen de tráfico de contenedores, y el segundo de entre todos los puertos del Mediterráneo. De este modo, en las últimas 4 décadas, el incremento del transporte marítimo de mercancías entre puertos internacionales tales como Algeciras, Cádiz o Valencia, favorecería la llegada de especies no nativas por medio del agua de lastre o bien como incrustaciones en el propio casco de los barcos. En los últimos ocho años han seguido llegando a su zona costera nuevas ENN, como por ejemplo, crustáceos decápodos del género Alpheus sp., el cangrejo araña Percnon gibbesi o el cangrejo azul Callinectes sapidus.
Ejemplares de C. sapidus reproduciéndose en aguas del Mar Menor. Foto de José Antonio Oliver Hernández
Esta última es una especie americana de cangrejo que ha sido objeto de una enorme atención mediática desde su aparición en aguas mediterráneas. El cangrejo azul, reconocida como una de las 100 peores especies invasoras en las aguas del Mediterráneo, fue registrado en Europa por primera vez en 1901 en la costa atlántica de Francia. En el mar Mediterráneo es citado por primera vez en 1949, y a lo largo de las costas portuguesas en 1978. Hoy en día, el cangrejo azul ha establecido poblaciones a lo largo de todo el Mediterráneo, siendo actualmente una especie muy común en países tales como Italia, Grecia, Egipto o Israel. Su gran tamaño, coloración azulada, espinas laterales en el caparazón y voracidad no pasan desapercibidas entre los pescadores, aunque para algunos está empezando a ser un recurso natural y una oportunidad de negocio.
Ejemplares de C. sapidus de la lonja del Puerto de Chipiona. Foto de Enrique González-Ortegón
En el levante español esta especie es detectada por primera vez en el 2012 en aguas del delta del Ebro. Con anterioridad a esta cita, probablemente procedentes de aguas atlánticas, se detecta la presencia de ejemplares aislados en las aguas del golfo de Cádiz (2002) y en el Mar Menor (2004) sin que la especie consiga establecerse. La primera evidencia del asentamiento de este portúnido en la laguna litoral del Mar Menor tiene lugar en el año 2015. Posteriormente, el cangrejo azul aumenta su área de distribución extendiéndose de forma progresiva por el mar de Alborán y las aguas del golfo de Cádiz, colonizando ecosistemas de elevadísimo valor ecológico tales como marismas, caños o estuarios de localidades como Chiclana, San Fernando, El Puerto de Santa María o Sanlúcar de Barrameda.
Está ampliamente descrito como las especies invasoras, una vez que se establecen en los ecosistemas que colonizan, en términos generales, son capaces de poner en peligro a especies nativas a las que desplazan tanto por depredación directa, transferencia de enfermedades, hibridación, cambio de la estructura de las comunidades, competencia interespecífica por los recursos tróficos del ecosistema, como por la transformación de hábitats. En el caso del cangrejo azul, aunque quedan por confirmar hipótesis sobre los efectos de esta especie en el litoral español, parece tener un claro efecto tanto a nivel económico, afectando fuertemente al cultivo de bivalvos tales como la almeja, la ostra o el mejillón, como a nivel ecológico, desplazando a especies nativas como el cangrejo mediterráneo Carcinus aestuarii. En el caso concreto de la laguna litoral del Mar Menor, C. sapidus ha demostrado una alta capacidad para alterar la estructura de la red trófica del ecosistema, desplazando a especies de un singular valor ecológico tales como el cangrejo mediterráneo o el caballito de mar (Hippocampus guttulatus), y generando graves perjuicios económicos a la actividad pesquera, depredando sobre especies de alto valor económico tales como el propio cangrejo mediterráneo, el langostino (Penaeus kerathurus) o la quisquilla (Palaemon sp.). Igualmente, el cangrejo azul es capaz de provocar importantes destrozos en las artes de pesca empleadas, lo que se traduce en una merma en la vida media de las redes y un aumento de las horas de trabajo que los pescadores deben dedicar a la reparación de sus aparejos.
En términos generales, no se puede confiar en la tasa de nuevas observaciones como un indicador de la tasa de introducción, por el tiempo de retraso entre la entrada de la ENN y su descubrimiento, el sesgo de los muestreos de campo, y quizás la carencia de un programa nacional que permita monitorizar a lo largo del tiempo y de forma eficaz, los ecosistemas más antrópicos, como es el caso de los puertos marítimos con un mayor tráfico internacional. Sin duda alguna, las prácticas de gestión más efectivas para frenar las introducciones marinas es el control de los vectores de entrada de especies exóticas, ya que una vez una especie ha establecido una población, el “juego suele terminar”. Es decir, tratar de erradicar una población de alguna especie no nativa invasora precisa de un gasto económico y un esfuerzo humano importante que aun así tampoco asegura su eliminación si quedan organismos recluidos o inaccesibles, o persiste el vector o los vectores de entrada primarios o secundarios. Las diferentes administraciones deben por tanto dotarse de medios para prevenir la entrada de especies exóticas en nuestros ecosistemas, así como implementar planes de gestión que sean capaces de controlar aquellas poblaciones que ya se encuentren asentadas en los hábitats colonizados. Preservar la salud y singularidad de nuestros ecosistemas debe ser una tarea prioritaria de nuestras administraciones.
Coautor del artículo: Miguel Vivas Salvador IEO