Si en algo están de acuerdo la mayoría de los historiadores es en que los grandes imperios se forjan en el campo de batalla. Al igual que Roma dependía de la buena organización y férreo liderazgo de sus comandantes para la conquista de lugares tan distantes de la Ciudad Eterna, el resto de los imperios han necesitado de una compleja y extensa maquinaria de guerra para expandirse más allá de sus fronteras. Se sorprendería descubrir que, bajo nuestros pies, un gran imperio ya ha conquistado más territorios que la todopoderosa Roma, extendiendo sus ejércitos por América, Asia y Oceanía: Y es la hormiga roja de fuego (Solenopsis invicta).
Cuando hablamos de especies invasoras nos referimos a aquellas especies que, por causas naturales o de componente humano, consiguen asentarse en múltiples ecosistemas, proliferar y ocasionar grandes pérdidas ecológicas y económicas. Una especie invasora puede llegar a serlo por su introducción deliberada en un ecosistema, que puede ser accidental o por motivos económicos (explotación ganadera o interés cinegético), o bien porque se producen alteraciones en su ecosistema nativo que permiten su rápida expansión, como la ausencia de depredadores. Al mismo tiempo, no todas las especies son potencialmente invasoras, ya que depende de la propia capacidad de una especie en concreto para adaptarse a un ambiente que no es su hábitat natural.
Un grupo de hormigas S. invicta buscando alimento sobre los frutos de un árbol.
En este contexto, la hormiga roja de fuego es una especie excepcional. Este insecto, al igual que todas las hormigas, pertenece al orden Hymenoptera, lo que las relaciona, por filogenia, con las avispas y abejas. La característica más destacable de las hormigas es su capacidad para formar grandes colonias que aglutinan a unos cuantos cientos de miles de individuos y que normalmente presentan una fuerte jerarquización. En la gran mayoría de las especies, la colonia está formada por individuos femeninos estériles, que constituyen las clases obrera y soldado (si la hubiese) y la clase reproductiva, que está formada por la reina y los machos, ambos fértiles. Las hormigas son insectos holometábolos, es decir, con tres claras etapas en el desarrollo: larva, pupa e imago. Es importante tener en cuenta estos datos para entender el claro éxito evolutivo de las hormigas, ya que en ello radica parte de la explicación de su potencial naturaleza de especie invasora.
Sabiendo esto, es mucho más fácil comprender por qué la hormiga roja de fuego ha conquistado amplias regiones del sur de EE.UU. en tan poco tiempo y con relativa facilidad. La ciudad de Mobile (Alabama) se convirtió, en 1930, en la primera población humana invadida por la hormiga roja de fuego. Irónicamente, Mobile fue el lugar de residencia de uno de los mirmecólogos más prestigiosos del mundo, Edward O. Wilson, catedrático de Harvard, durante su etapa preuniversitaria. Su obra autobiográfica, El Naturalista, es uno de esos libros que enamoran a los jóvenes científicos y que debería ser de referencia para todos aquellos con interés investigador. De hecho, el mismo Wilson fue un gran conocedor de la biología de S. invicta y publicó varios artículos sobre su ecología y taxonomía, siendo uno de sus modelos de estudio a la hora de desarrollar la teoría de la sociobiología.
Distribución mundial de S. invicta. Se aprecia notablemente la expansión de esta especie invasora por el sur de los Estados Unidos, así como los avisos de hormigueros en algunas regiones de Asia y Australia
La hormiga roja de fuego ya ha colonizado la totalidad del sureste norteamericano y se han encontrado colonias en California y Nuevo México. A pesar de los esfuerzos de los gobiernos federales, la expansión del “imperio de fuego” hacia el norte es, hoy, inevitable. Su conquista de EE.UU. es comprensible, ya que su hábitat originario se encuentra en el centro de América del Sur y, por proximidad geográfica, su dispersión es más probable; lo que es más excepcional es la noticia de la que se hicieron eco los medios de todo el mundo en 2001: se había confirmado la presencia de hormiga roja de fuego en Australia. Ahora, S. invicta disfruta de un imperio de ultramar con colonias en Australia, China e India.
Además del potencial peligro que pueda suponer para los humanos y las pérdidas económicas que acarrea, la hormiga roja de fuego es un auténtico destructor de biodiversidad. En su ecosistema original, la presencia de depredadores limita el avance de este himenóptero, permitiendo controlar sus poblaciones y dando algo de respiro a las presas de esta voraz hormiga. En los lugares de invasión, la ausencia de especies depredadoras ha permitido a la hormiga roja de fuego mantener poblaciones gigantescas, lo que implica una mayor necesidad de alimento. En concreto, la apetencia de estas hormigas por otros artrópodos está llevando al colapso a poblaciones establecidas de insectos autóctonos. Al mismo tiempo, el éxito competitivo con otras especies de hormigas nativas está poniendo en serio peligro a la fauna mirmecológica local, lo que, a la larga, podría suponer la extinción de ésta.
Cabeza de S. invicta. Se puede apreciar la densidad de pelos sensitivos, conocidos como sensilas, así como unos ojos compuestos a ambos lados de la cabeza. Las moscas del género Pseudacteon, parasitoides de estas hormigas, se desarrollan en esta parte de la hormiga.
Ante esta debacle, solo podemos plantearnos, ¿qué herramientas tenemos para frenar esta incontenible invasión? A pesar de lo que podría pensarse, el uso de pesticidas no es la mejor opción para la lucha contra esta clase de amenaza. De hecho, en las últimas décadas y de la mano de la genética evolutiva, una disciplina que estudia la dinámica genética y la historia evolutiva de las especies, se ha comprobado que, después del tratamiento de múltiples plagas agrícolas con pesticidas, en pocas generaciones aparecían genes de resistencia que permitían a las especies diana de este tratamiento subsistir incluso a altas concentraciones del químico. El mismo principio es aplicable a la actual crisis de resistencia a antibióticos por parte de bacterias patógenas humanas.
Ya que los pesticidas no son una solución a largo plazo, puede que una alternativa más “biológica” pueda ser la clave del problema. El parasitismo es un fenómeno biológico muy singular, cuya historia evolutiva se remonta al inicio de los tiempos. Al mismo tiempo que existen parásitos humanos, el resto de los organismos tienen sus propios parásitos y, en ocasiones muy especiales, incluso los parásitos son parasitados por otros organismos, conocidos estos últimos como hiperparásitos. Pues bien, las hormigas rojas de fuego no son una excepción, ya que moscas del género Pseudacteon son parasitoides de las hormigas rojas de fuego. El término parasitoide es, una designación biológica para definir a un grupo de organismos cuyas larvas se desarrollan en el interior de otros organismos. Al desarrollarse, la larva acaba matando a su hospedador, alimentándose de sus órganos y fluidos internos. Puede que esta pequeña mosca sea la solución a un problema que quita el sueño a muchos mirmecólogos y conservadores de la naturaleza.
En conclusión, pese a la rápida e inexorable expansión del “imperio de fuego”, algunas prometedoras herramientas están siendo probadas en este infinito campo de batalla. La amenaza de las especies invasoras no solo es un problema de los conservadores de la naturaleza, sino de toda la sociedad, pues la pérdida de patrimonio natural es la peor crisis posible a la que se puede enfrentar nuestra moderna sociedad.