Entiendo que el título pueda ser harto confuso. A estas alturas ya os andaréis preguntando: “¿Qué puñetas tendrá que ver Newton (el padre de la Ley de la gravitación universal) con una isla, una cotorra y un tal Rodrigues en una historia de extinción animal?” Todo a su debido tiempo, no vayamos adelantando acontecimientos. Pero puedo ya adelantaros que existe un claro nexo o vínculo de unión entre los cuatro elementos que componen el nombre de este breve. ¿Cuándo os ha mentido este vulgar juglar, que lo es en nombre de la ciencia?
La historia que hoy os traslado tiene como protagonista a una cotorra, cuyo nombre científico es Psittacula exsul, una especie extinta de ave psittaciforme de unos 40 cm de largo. De plumaje grisáceo o gris azulado (inusual entre las especies del género Psittacula), el macho mostraba un colorido algo más intenso que la hembra al presentar el pico de coloración rojiza, mientras que la hembra lo tenía completamente oscuro. Empero, para ser honestos, es cierto reseñar que los detalles del aspecto del macho de esta especie son confusos, ya que sólo se conserva un espécimen masculino y existen ornitólogos que piensan que podría tratarse de un individuo inmaduro y que presumiblemente mostraría una mancha rojiza en las alas, tal y como ocurre con su pariente la cotorra alejandrina (Psittacula eupatria). Igualmente, registros del s. XVII parecen indicar que algunos miembros de la especie eran verdes, lo que indicaría la existencia de morfotipos azules o gris azulados y verdes. Sea como sea, vamos a adoptar que su plumaje era azulado o gris azulado, por simplificar, entendiendo que no es el “núcleo duro” de este breve.
Endémica de la isla de Rodrigues, perteneciente al archipiélago de las Mascareñas (en el océano Índico occidental), la cotorra de Newton o cotorra de Rodrigues (que es el nombre vulgar que recibía la especie Psittacula exsul) fue citada por escrito en 1.708 por el explorador y naturalista francés François Leguat en su libro “Un Nuevo Viaje a las Indias Orientales”, siendo mencionada después de su descripción unas pocas veces más en la literatura científica. No obstante, el primer espécimen conocido para la ciencia fue una hembra recolectada por George Jenner, el entonces magistrado de Rodrigues en 1.871. El espécimen, que fue conservado en alcohol, se le dio a Edward Newton, administrador colonial de Mauricio, quien lo envió a su hermano, el ornitólogo Alfred Newton. ¡La relación entre la cotorra, la isla, Rodrigues y Newton ya está establecida! ¿Ven que fácil?
Recapitulando, a Alfred Newton (que no a Isaac, esto fue una trampa malintencionada del autor) le llegó desde la Isla de Rodrigues un ejemplar de la cotorra Psittacula exsul. Alfred Newton describió al individuo y le dió la categoría de especie en 1.872. ¡Más de siglo y medio después de que fuese registrada por escrito su existencia por el galo Leguat! Alfred Newton la describió y le dio el nombre de Palaeornis exsul, dedicando el epíteto específico “exsul” (que significa “exiliado”) a la condición que tenía el franco en la Isla de Rodrigues cuando realizó la primera descripción del ave. Y es que nuestro Newton, a pesar de que lo intentó, no encontró un epíteto específico más descriptivo del taxón, y acabó publicando su artículo en la revista Ibis sin acompañarla de ilustración alguna, esperando conseguir un macho que presumiblemente, haría gala de un plumaje más alegre y colorido. Así, hasta pasados dos años, no caería en manos de Newton el macho que tanto ansiaba con las características descritas líneas arriba, el cual fue abatido un 14 de Agosto de 1.874 por Mr. Vandorous.
Ha llegado el momento de hablar de las causas que han dado lugar a la extinción de la especie, y lamentablemente, de nuevo vuelve a acudir al sepelio a pedir perdón la especie humana (tal como nos recuerda el comediógrafo Plauto, “lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit not novit”, es decir, “lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro”). De las 8 especies de loros endémicas de las Mascareñas sólo ha llegado hasta nuestros días la cotorra de Mauricio, habiéndose extinguido las demás por la acción combinada de la caza y la deforestación de los bosques. Sabemos que era abundante durante la estancia de Leguat en la isla, pero tras la llegada de Alexandre Pingré (que acudió a la isla con el único afán de ver el tránsito de Venus de 1.761), se volvió escasa. En 50 años sus efectivos numéricos se habían visto drásticamente reducidos.
La explicación de su desaparición radica en la intensa deforestación que sufrió la isla de Rodrigues a manos de los colonos, quienes la adaptaron a sus necesidades ganaderas… y a la intensa caza a la que fue sometida esta cotorra. Pingré aseguraba en sus escritos que: “La cotorra [de Newton] me parece mucho más delicada [que el zorro volador]. No habría echado de menos ninguna caza de Francia si esta hubiera sido más común en Rodrigues; pero comienza a ser rara. Hay incluso menos pericos [loros de Rodrigues], aunque una vez hubo una gran cantidad según François Leguat, de hecho un pequeño islote al sur de Rodrigues todavía mantiene el nombre de la isla de los loros [isla Pierrot]”.
El macho que recibió en 1.875 Newton es el último miembro de la especie registrada. Desde la llegada de los colonos europeos a la zona, la población de cotorras de Rodrigues no hizo más que descender. Tras el año 1.875, por si fuese poco, una serie de ciclones azotaron la isla al año siguiente y podrían haber arrasado con la población que quedaba. ¡Y este no es el final de las desgracias! Para mayor dramatismo, varias tormentas fuertes golpearon la isla en 1.878 y 1.886, quedando ya poca superficie forestal que pudiese servir de último refugio a las aves amenazadas (suponiendo que por entonces aún quedasen con vida algunos individuos de cotorra de Rodrigues). Siendo agoreros, el macho que se conserva en el Museo de Cambridge, nombrado como UMZC 18/Psi/67/h/2, pudo ser el último macho de su especie con vida.
Los sagaces lectores de ésta texto ya habrán advertido que quedan por atar un par de cabos. Si Newton no acompañó su descripción de imagen alguna, ¿cómo nos muestras una ilustración queriéndonos hacer creer que se trata de una cotorra de Rodrigues y no de otro psittácido cualquiera elegido al azar? La respuesta hay que buscarla en que Jossigny realizó ilustraciones en 1.770 de individuos vivos de esta cotorra, sólo que Newton, dada la diferencia temporal con el ilustrador galo, no pudo tener acceso a ellos (hay quienes opinan que estuvieron perdidos hasta que un archivero los rescató y acabaron haciéndose públicos en el año 2.007, pero este suceso no explicaría que el libro de Rothschild “Extinct Birds”, publicado en 1.907, ya contuviese una lámina realizada por Keulemans tan similar a la dibujada por Jossigny. ¿Casualidad? Vaya usted a saber).
El otro cabo sin anudar se debe al repentino cambio de género, pues lo que empezó por llamarse Palaeornis exsul, pasó a denominarse Psittacula exsul. Gracias al trabajo de anatomía de Newton, quien extrajo la mandíbula y el esternón del espécimen hembra de cotorra de Rodrigues, pudieron compararse estos huesos con algunos restos subfósiles (cualquier resto biológico en proceso de fosilización, el cual no ha culminado con éxito por falta de tiempo o porque las condiciones para ello no eran óptimas) hallados en la cueva Plaine Corail de Rodrigues, lo que llevó a declarar al género Palaeornis sinónimo del género Psittacula, trasladándose todas sus especies a este último.
La conclusión que debe sacarse de este breve es que no importa que te equivoques, no hay que tener miedo al error, hay que tener confianza en el procedimiento seguido y ser exhaustivo y riguroso en el trabajo. Newton, el menos famoso, el que no es físico, se equivocó al clasificarlos taxonómicamente, pero de no haber sido por su análisis anatómico de las cotorras de Rodrigues, la ciencia hubiese permanecido por siempre en el error. ¿Por qué digo esto? Porque el ADN que quiso extraerse de los individuos conservados en Cambridge para hallar sus relaciones filogenéticas estaba tan deteriorado que hizo imposible su estudio. Y es que no es oro todo lo que reluce.