Los más jugones (o “gamers”, como ahora se hacen llamar estos fanáticos de los videojuegos) habrán entendido el juego de palabras (nunca mejor dicho) a la primera. Es ineludible. Y debo decir que a la hora de escribir sobre el animal que hoy presento, no le di ni media vuelta al título. Es bien simple. El animal del que hoy vengo a hablar fue un bandicoot, ¿y qué bandicoot más famoso que Crash? Crash Bandicoot, personaje de plataformas creado por la compañía Naughty Dog en exclusiva para la Play Station de Sony, entrañable animalillo que veía interrumpida constantemente su apacible vida en las australes e imaginarias Islas Wumpa por los malvados planes del Doctor Neo Cortex. Es por eso que he usado a este popular personaje de mi niñez más jugona como símil para centrarnos en otro animal, un bandicoot también, que nos dejó hace poco más de 50 años. De esta forma, su pérdida puede calificarse de colisión ecológica (de ahí el anglicismo “crash” incluído en el título) por cuanto supone para con la historia evolutiva.
Nuestro hoy protagonista era vulgarmente conocido como bandicoot de pie de cerdo (Chaeropus ecaudatus) y al igual que su virtual pariente vivía en las zonas semiáridas y áridas del interior de Australia. Marsupial peralelemorfo, de unos 250 gramos de peso y tamaño similar a un conejo (medía entre 25-50 cm, de los cuales 10 cm aproximadamente eran cola), estaba cubierto de un basto pelaje anaranjado compuesto de cerdas. Por hacer un paralelismo, podemos establecer que se asemejaba mucho a las especies del género Macrotis (los vulgarmente conocidos como bilbies). A pesar de mostrar extremidades largas y delgadas, las patas y pies eran similares a las de los cerdos: sólo dos dedos en las patas delanteras mientras que las traseras utilizaban para la locomoción únicamente el cuarto dedo, apareciendo el segundo y tercer dedo de esta extremidad fusionado para formar una uña (esta uña es propia de marsupiales herbívoros, siendo visible también por ejemplo en animales como el canguro).
Aparentemente, su distribución era amplia, encontrándose en una amplia gama de hábitats que iban desde bosques dispersos con hierba alta hasta llanuras o pastizales, donde se alimentaría, a tenor del estudio de su dentición, de vegetales, semillas y alguna que otra hormiga y/o termita. El primer ejemplar documentado para la ciencia fue capturado por Mitchell en el año 1.836, al norte de Victoria, en la confluencia de los ríos Murray y Murrumbidgee (uno de los ríos más importantes de Australia, el cual drena una cuenca de 80.000 kilómetros cuadrados). Lo cierto y verdad es que pocos debieron ser los científicos que tuvieron la fortuna de divisar a uno de ellos, ya que a principios del siglo XX dejaron de verse por los prados australianos. Se podría decir que se esfumaron de la faz de la Tierra.
¿Qué pudo entonces llevar a la extinción a un animal de estas características? Aunque las causas son completamente desconocidas, pues tal y como afirman los lugareños nunca fue un animal abundante, parece que su declive está fuertemente correlacionado con la llegada de los colonizadores europeos al “Land Down Under”, como la llamarían los nativos “Men at Work”. Así, las nuevas técnicas agrícolas introducidas e implantadas por los colonos europeos a finales del s. XIX en el país austral, destruirían y reducirían drásticamente su hábitat, lo que afectó directamente a su densidad poblacional. Otros investigadores apuntan sin embargo a que los motivos de su desaparición hay que buscarlos en la introducción de especies exóticas que competirían por los recursos con el bandicoot de pie de cerdo. Esta tesis, por contra, muestra varias lagunas, pues, tal y como comentan Johnson & Burbidge la introducción en Australia de animales exóticos como el conejo o el zorro es posterior a la última captura de un bandicoot de pie de cerdo por los científicos, si bien, reconocen que gatos y ovejas, que ya pululaban entonces por el continente austral, pudieron jugar un papel importante a la hora de darle la estocada final.
A inicios del siglo XX (1.901), se capturan los últimos ejemplares de los que tenemos noticias, dándose el taxón por extinto a mediados de siglo (1.950). La pérdida de esta especie es más notoria aún si cabe desde un punto de vista evolutivo porque no sólo se perdió con ella a una especie (Chaeropus ecaudatus), sino que lo hizo todo un género (Chaeropus) y una familia (Chaeropodidae). Así, siendo muy duros (a la par que honestos) con nosotros mismos y nuestra forma de proceder, somos responsables únicos y subsidiarios de haber propiciado la amputación de una rama del árbol evolutivo o de la vida.
Me imagino cómo debió sentirse Gill cuando, en el año 1.872, otorgó a este peculiar animal la categoría de familia zoológica como una entidad independiente de pleno derecho, pero no me hago a la idea de qué debe sentirse cuando sabes que el fruto de tu investigación desaparece del planeta en menos de 80 años, habiéndose capturado el último ejemplar conocido de bandicoot de pie de cerdo tan sólo 29 años después de su inclusión en un género y una familia monoespecífica. Afortunadamente, para todos aquellos que no tuvimos la suerte de verlo en su hábitat natural, nos quedan sus cuerpos disecados en los museos de historia natural, como viva representación de lo que fue un animal “único en su especie”.