Todos los que de una manera u otra estamos en el barco de la divulgación científica y abogamos por la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, realizamos diferentes acciones encaminadas a difundir el importante papel desarrollado por las mujeres en la historia de la ciencia. Cada 11 de febrero, celebramos el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia con la intención de visibilizar el trabajo de las científicas. Aunque aún faltan unos días para esta celebración, hoy me gustaría recuperar a nuestra memoria la labor de una mujer que dedicó su vida al estudio de los helechos, esas plantas vasculares carentes de semilla que en ocasiones nos resultan tan indiferentes.
Los pteridófitos, vulgarmente llamados helechos y equisetos, son reliquias botánicas vivas que tuvieron su origen allá por Devónico (hace aproximadamente unos 416 millones de años). Al tratarse de plantas carentes de flores y/o frutos comestibles (recordemos, se reproducen por esporas) han pasado inadvertidos para la inmensa mayoría de la ciudadanía, salvo para alguna que otra ama de casa que en la actualidad los usa para dar alegría a algún rincón umbroso y recóndito del hogar.
A decir verdad, estoy siendo bastante injusto tanto con los helechos como con la protagonista de nuestra historia de hoy: Doña Betty Eleanor Gosset Molesworth Allen. A estas alturas del texto, muchos ya os estaréis preguntando “¿y esta entrañable señora quién es?”. Pues, aunque no lo creáis, muy probablemente Betty Molesworth pueda ser considerada como “la reina de los helechos”. Su labor en pos del conocimiento de este singular grupo taxonómico ha sido tan importante, que muchos dicen sin petulancia (entre los que humildemente me encuentro), que sus estudios e investigaciones sentaron las bases para la posterior creación del Parque Natural de Los Alcornocales. Ahí es nada.
Betty Molesworth vino al mundo un 21 de julio de 1913 en Opotiki, Nueva Zelanda. Hija del granjero parisino Arthur Parnell Molesworth y la londinense Nellie Maude Molesworth, desde niña creció apegada a la naturaleza, amándola y observándola, bien fuese reconociendo aves junto a su padre, gran aficionado a la ornitología, o identificando y cultivando plantas con su madre, entusiasta de la jardinería. A causa de su mala salud, durante su infancia y juventud Betty Molesworth se vio obligada a recorrer numerosos hospitales donde plantar cara a enfermedades como la tuberculosis, la polio o el cáncer. Semejantes contratiempos le impidieron completar una educación formal y graduarse en la Universidad, aunque no dejar de buscar respuestas a las preguntas que toda buena científica se hace y que sólo la curiosidad, el tesón, la investigación y el conocimiento responden. Betty tenía la predisposición y las ganas, sólo faltaba que se cruzaran en su vida la doctora Lucy Cranwell Smith y el doctor J.E. Holloway, quienes la invitaron a introducirse en la biología sistemática y el estudio de los helechos, dedicándose especialmente al estudio del género Psilotum.
No obstante, Betty Molesworth no era aún consciente de los proyectos que le depararía el futuro.
El 20 de abril de 1948 contrae matrimonio con Frank Geoffrey Allen, reputadísimo ornitólogo y fotógrafo de la naturaleza (algunas de sus instantáneas han aparecido en revistas tan prestigiosas como National Geographic), y juntos comienzan a viajar por países del sudeste asiático como Malasia, Borneo, Tailandia o Birmania entre otros, tomando nota de todo aquello cuanto encontraban a su paso. Gracias a los conocimientos botánicos de la zona, Betty Molesworth trabajaría para el jardín botánico de Singapur durante más de una década, desarrollando el conocimiento sobre los helechos de la zona, fruto del cual, publicó numerosos trabajos sobre los pteridófitos de la zona.
Cansada de tener que trabajar en zonas del sudeste asiático donde las guerrillas se habían vuelto muy activas, en 1963 decide cambiar de aires y emprende rumbo a la localidad gaditana de Los Barrios, un lugar idóneo para cualquier biólogo o naturalista que se precie dada la cercanía con el Estrecho de GIbraltar, lugar de paso de innumerables aves migratorias. De esta forma, Frank podría dedicarse al estudio y observación de las aves, mientras Betty recorrería lo que a la postre serían los paisajes naturales del Parque Natural de Los Alcornocales en busca de sus preciados helechos.
Y en esas, llegamos a la primavera de 1966. Tal y como recoge Fernández Galiano en un artículo escrito sobre Betty Molesworth en Acta Botanica Malacitana
“una importante noticia circulada por los medios botánicos europeos sorprendió […] a los españoles estudiosos de los vegetales. En un rincón de la revista Taxon, en la sección News and Notes […] se daba cuenta de uno de los hallazgos corológicos más importantes de los últimos tiempos para la botánica europea. […] Casi simultáneamente, The British Fern Gazette […] publicaba un breve artículo, más detallado, en el que su autora (Betty Molesworth) daba noticia más amplia del singular descubrimiento: In January 1965 I found near Algeciras in southern Spain a colony of Psilotum nudum (L.) Griseb. growing in a rock crevice”.
¿Ven por qué decía que debía ser considerada impulsora decana de la creación del Parque Natural de Los Alcornocales?
Desde su casa al borde de la carretera que une Algeciras con Jerez de la Frontera, a la que tuvo a bien ponerle el sugerente nombre de “Villa Coca”, fue explorando cada palmo de las inmediaciones de Algeciras, citando otros muchos helechos para la Península Ibérica, como Cyclosorus dentatus; Pteris serrulata; Diplazium caudatum o Trichomanes speciosum. Personalmente, de entre todos ellos destaco el descubrimiento que hizo nuestra protagonista de Arisarum proboscideum, fanerógama cuya presencia en España se daba ya por desechada, máxime tras haber sido desechada la idea de su presencia en nuestra geografía por el mismísimo Willkomm. De esta forma, contribuyó con sus publicaciones en periódicos y revistas como la desaparecida Lagascalia (revista dedicada a la Botánica editada por la Universidad de Sevilla) al conocimiento de la flora europea, ibérica y andaluza.
Aunque su labor haya podido pasar desapercibida para muchos “despistados”, pocos botánicos pueden presumir de contar con el reconocimiento del ámbito científico y civil que ella tuvo. Así, en 1991 fue nombrada hija predilecta de la Villa de Los Barrios, donde residía desde hace más de un cuarto de siglo fascinada por la belleza de su entorno, los paisajes y su flora. Tan sólo cuatro años más tarde, en 1995, la Sociedad Linneana de Londres reconoció su labor naturalista, “contribuyendo de manera significativa al mundo de la Biología”. Por si fuera poco, su nombre también está incluido en la New Zealand Women in Science, entidad a la que pertenecen las más ilustres científicas e investigadoras neozelandesas.
Betty nos dejó el 11 de octubre de 2002 a la edad de 89 años. Sus restos descansan en paz en su amada Los Barrios, junto al legado florístico que durante años ayudó a conocer y proteger a partes iguales. Lamentablemente, le debemos tanto a su labor y entrega desinteresada, que los botánicos estaremos eternamente en deuda con ella. Afortunadamente, parte de ese legado florístico descansa en el Herbario de la Universidad de Sevilla, donde su generosidad le hizo mandar ejemplares de las plantas que recolectaba acompañadas de cuidadosas etiquetas repletas de datos.
A partir de ahora, cuando visiten el Parque Natural de Los Alcornocales o encuentren un helecho en su camino, tengan presente el legado y la memoria de una botánica y naturalista inigualable: Betty Molesworth.