Por todos es conocida la legendaria y mítica figura de Odiseo (o Ulises, según guste al lector), gracias a la lectura de la obra de Homero, la popularmente conocida como Odisea. Como recordarán aquellos que estudiaron griego en la escuela (y también los que no lo estudiaron pero se tuvieron que empapar de las desventuras del rey de Ítaca), tras acabar la guerra de Troya, Ulises ansiaba volver a su isla natal y volver a estrechar entre sus brazos a su esposa Penélope, a la que hacía 10 años que no veía (aunque sin saberlo, tardaría otros tantos más en llegar a su destino). En su travesía de regreso, una de las primeras paradas que Ulises y los suyos realizaron acabó por llevarles al denominado “país de los lotófagos”.
Vamos a empezar a desgranar bajo el prisma de la ciencia a qué podía referirse Homero cuando hablaba de los “lotófagos” y qué planta en concreto sería a la que denominaba con el nombre de loto. Hoy día hay veganos, vegetarianos, macrobióticos… pero alimentarse de plantas acuáticas resulta difícil de creer, ¿verdad? Yo, carnívoro primitivo, no comparto este modo o filosofía de vida, pero tampoco soy tan estulto e ignorante como para cerrar la puerta a la posibilidad a que este tipo de dietas existieran en el pasado. Como dice cierta popular canción: “en mi hambre mande yo, cuando quiero digo arre y cuando quiero digo so”.
Antes de dilucidar qué planta se esconde verdaderamente bajo el críptico nombre de “loto” (y sobre todo, si este loto hace referencia a la popular planta acuática), considero conveniente centrar o localizar a los lotófagos. De esta forma, atendiendo a los textos de Herodoto, más concretamente a su obra Historias, el pueblo de los lotófagos estaría situado en el nordeste africano atendiendo a la siguiente descripción: “Por las orillas del mar siguen a los lotófagos los maclíes, que comen también el loto, si bien no hacen tanto uso de él como los primeros. Extiéndense hasta el Tritón, que es un gran río que desagua en la gran laguna Tritónida, donde hay una isla llamada Fla, la cual dicen que los lacedemonios […] deben ir a poblar”.
A tenor de lo relatado anteriormente, y según el testimonio de Herodoto, los maclíes serían vecinos de los comedores de loto. Además, tal y como sabemos por la mitología romana, los maclíes serían una tribu asentada en el norte de África (el actual Magreb, más concretamente en la actual Túnez) y de la que Plinio el Viejo decía que eran hermafroditas, hasta el punto de tener el pecho izquierdo similar al de una mujer, mientras que el derecho se asemejaría al de un individuo varón. Todo esto, unido a que conocemos que Ulises parece fue a parar a una isla que ahora sabemos estaría localizada en las inmediaciones de Túnez… todos los pasos parecen indicar que la conocida isla de los lotófagos sería en realidad la isla de Yerba o Gelves, una isla localizada en el golfo de Gabés y distante del continente africano unos 2.000 m, cerrando asimismo la entrada al golfo de Boughara. ¡Ulises fue a parar a la mayor isla del norte de África, conocida actualmente por ofertar un turismo de lujo! Voy a empezar a pensar que Ulises no quería regresar con Penélope, sino pegarse unas largas vacaciones tras el conflicto de Troya.
Bien, ya sabemos dónde podría estar situada la isla de los lotófagos. Queda ahora por resolver a qué planta se refiere el texto homérico, de la cual sabemos por la tradición que “este alimento provocaba la pérdida de memoria” a los que lo consumían, tal y como le pasó a la tripulación que acompañaba a Ulises en su viaje de vuelta a Ítaca.
Si atendemos a la literalidad de la palabra lotófago, ésta designa a los comedores de loto. No es descabellada la idea de una tribu que se alimentase de lotos (Lotus spp) o nenúfares habida cuenta que en la zona de Túnez podemos encontrar diversas especies pertenecientes tanto al género Lotus (Lotus corniculatus) como al género Nymphaea (el loto blanco egipcio o Nymphaea lotus, el loto azul o Nymphaea caerulea entre otras). Empero, siendo honestos con ustedes y en beneficio de la rigurosidad, Herodoto narra que los lotófagos: “se alimentan sólo con el fruto del loto, […] que es del tamaño de los granos del lentisco, pero en lo dulce del gusto, parecido al dátil de la palma”.
Con todos estos datos y conociendo que la ingesta del fruto provocaba efectos sedantes o de pérdida de la conciencia, nuestras pesquisas nos pudieran llevar a pensar que el famoso “loto” sólo puede relacionarse al taxón Nymphaea caerulea. No obstante, en multitud de libros clásicos esta especie ha sido confundida con Nelumbo nucifera, conocido como loto sagrado, cuya distribución se solapa con el loto azul en el este de África, a pesar de que su origen y principal área de distribución se localiza en el continente asiático. Por si fuera poco, ambas plantas presentan principios activos narcótico-sedantes como la nuciferina o la aporfina (este último muy usado en problemas de disfunción eréctil). No obstante, la narración de Herodoto habla de unos frutos semejantes al del lentisco y dulces como dátiles, y aunque bien es cierto que los frutos de la familia Nymphaceae son unas bayas esponjosas, puedo dar fe de que dulce no es el calificativo que mejor se ajusta a los mismos. En el caso de la familia Nelumbonaceae, el fruto es una núcula de testa endurecida.
Vaya, nuestro gozo en un pozo, ¿verdad? No obstante, me he guardado una bala en la recámara, como el mejor Clint Eastwood. El críptico loto de Homero y Herodoto se ajusta al conocido por los griegos como “trigo de Zeus” (Diospyros lotus). Fíjense que el fruto de esta planta es parecido al del lentisco (mi madre al ver la foto me dijo: “pero si parece un caqui en pequeñito”, lo cual se debe a que esta planta sea congénere del caqui Diospyros kaki, al que a menudo sirve de portainjertos). Los ingleses la conocen con el nombre de date-plum (dátil-ciruela), ya que el sabor recuerda a esta dos frutas. Vamos bien, de momento 2/2. Tenemos que el fruto de Diospyros lotus se parece al lentisco en su forma y al dátil en su dulzor, nos falta dar respuesta la frase del millón: “(la fruta) era tan deliciosa que los que la comían olvidaban volver a casa y querían quedarse y comer loto”.
El tercer y último aspecto a tratar sería el estado de pérdida de la voluntad al ingerir el fruto. La respuesta a esto último puede encontrar una explicación plausible en el alto contenido de azúcares que tienen los frutos de Diospyros lotus, así como de ácidos orgánicos como el ácido ascórbico (la popular vitamina C) y ácido málico. De esta forma, si los frutos ingeridos por los intrépidos navegantes hubiesen estado muy maduros, pudieron haberse embriagado tras su ingesta (lo mismo ocurre si se pasan a la hora de comer madroños, fruto muy apreciado durante las navidades). A nadie escapa que los azúcares pueden acabar dando lugar a alcoholes (etanol y compuestos derivados del proceso de su formación) gracias a la reacción química denominada fermentación. Es más, debido al alto contenido en ácido málico que tienen los frutos, éste podría ser convertido en alcohol etílico gracias a la fermentación maloalcohólica. En román paladino, los compañeros de Ulises, pudieron cogerse una cogorza de tres pares de narices gracias a haberse inflado a comer frutos de Diospyros lotus maduros.
Obviamente, entiendo que Homero y Herodoto tenían que adornar un poco la historia diciendo que “habían olvidado quiénes eran, de dónde venían y hacia dónde iban”. Hasta los reyes se permiten (y permiten a sus súbditos) de cuando en vez hacer un exceso. A fin de cuenta, son humanos, y quien más quien menos, todos alguna vez hemos estrechado lazos con Baco. Lo que no nos consta es que los amiguetes de Ulises cantaran durante la velada aquello de: “Vamos muy bien, borrachos como cubas. ¿Y qué? Aún nos mantenemos de pie.”