Historia Tóxica V. Bacterias y perros: mejores amigos del biomédico

Prometí que la saga de historias tóxicas iba a acabar tras la cuarta entrega, en la que como recordarán les trasladaba el tema del pez fugu y su toxicidad basada en la tetrodotoxina, pero nuestro querido director de este proyecto y web (al cual aprecio sólo cuando no me persigue con el látigo), me instó en que debía ser una pentalogía, como la saga de Harry “El Sucio”, y ante semejante símil no pude resistirme a hacer una nueva entrega. ¿Quién no quiere parecerse en la ficción a Clint Eastwood? Pero a lo que iba, que me voy por las ramas.

Clostridium novyi al microscopio óptico tras haber sido teñido por medio del método Gram.

Clostridium novyi al microscopio óptico tras haber sido teñido por medio del método Gram.

Ya les conté en nuestra primera historia tóxica sobre una bacteria, Clostridium botulinum y cómo la toxina fabricada por ella misma devolvía las ganas de vivir y su magnífica ejecución al pianista Leon Fleisher. Hoy la bacteria protagonista de esta última entrega que servirá de epílogo a estas historias tóxicas es una hermana carnal de la primera: Clostridium novyi. Esta bacteria se encuentra naturalmente en el ganado ovino, siendo para ellas un patógeno que les provoca hepatitis. Su hábitat por antonomasia es el suelo, pero en los animales de pastoreo con heridas, entran a través de éstas y se alojan en el hígado, donde se dan las condiciones de anaerobiosis necesarias para reproducirse y generar toxemia al ganado.

Lo cierto es que esta bacteria es uno de los microorganismos más puñeteros que se conocen, pues es el agente causante de la gangrena gaseosa en humanos, pero la biotecnología médica ha hecho de él un poderoso aliado para combatir el cáncer. ¿Cómo? Ahora lo verán, pero ya se lo he adelantado brevemente hace unas líneas.

Individuo afectado por gangrena. Así muestra la enfermedad tras un tratamiento en cámara hiperbárica.

Individuo afectado por gangrena. Así muestra la enfermedad tras un tratamiento en cámara hiperbárica.

Como ya advertimos, el microbio sólo prospera en ambientes pobres en oxígeno, condición que le otorgaría el cariz de “bala de plata”, puesto que sería adecuada a priori para la destrucción de las células privadas de oxígeno en aquellos tumores que son difíciles de tratar con quimioterapia y/o radiación. Además, al mismo tiempo, se evitaría la invasión al tejido sano cercano, el cual está enriquecido en oxígeno. Así, bajo la premisa relatada anteriormente, en un nuevo estudio publicado en la revista Science Translational Medicine, los investigadores que han desarrollado esta investigación probaron administrar una inyección directa de esporas de C. novyi al tumor que presentaban un total de 16 perros, quienes recibieron este novedoso tratamiento. Pasados 21 días, los tumores fueron erradicados por completo en tres perros y reducido en al menos un 30% en otros tres. Como contrapartida, la mayoría de los perros experimentaron efectos secundarios típicos de una infección bacteriana: fiebre.

Los investigadores decidieron realizar sus pruebas con perros no al azar. La elección por este modelo se debe a las similitudes genéticas que tiene el cáncer canino con los tumores humanos, de tal manera que los perros se tratan con muchos de los mismos medicamentos que combaten el cáncer en humanos, respondiendo de manera similar al tratamiento.

Pastor alemán. Los cánidos, los grandes protagonistas de este innovador estudio.

Pastor alemán. Los cánidos, los grandes protagonistas de este innovador estudio.

Los investigadores que realizaron estas pruebas con los cánidos, en una labor hercúlea de recopilación bibliográfica, comenzaron a explorar entre casos clínicos en los cuales, varios pacientes que además de desarrollar el tumor mostraban una infección bacteriana grave a la misma vez, experimentaban una disminución considerable o incluso la remisión completa de la masa tumoral. El hilo conductor para la aplicación directa a la medicina oncológica era ahora más nítido que nunca y venía a golpear la puerta del futuro inmediato de la terapéutica.

Esperen, avezados lectores de la divulgación científica. Hay más, no he concluído aún. En un estudio en fase I de ensayos clínicos del Centro de Cáncer MD Anderson, un paciente con un tumor de tejidos blandos avanzado en el abdomen tuvo la suerte de recibir la misma inyección de esporas de C. novyi como parte de un programa de terapia innovadora para luchar frente su tumor metastásico. El tratamiento redujo significativamente el tumor, pero sufrió los mismos efectos secundarios que experimentaron los perros cuando fueron inoculados.

En este caso, la historia tóxica pasa por la atoxicidad del organismo en cuestión, usando la ecología de la bacteria para que nos ayude en nuestra labor quimioterápica. Los biotecnólogos y biomédicos han sabido construir una bomba farmacológica usando la fisonomía típica bacteriana, con la finalidad de atacar de lleno y sin remisión a la que ya es denominada como la “pandemia del siglo XXI”. Una vez más, el perro es el mejor amigo del hombre, aunque sea del experimentador médico… bueno, y por supuesto la bacteria, sin menospreciar a nadie.

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