Muchos pasan inadvertidos, otros han sido investigados durante generaciones… y es que la cultura ha sido plasmada desde que existe el lienzo. Sin embargo, no siempre se pueden apreciar esos “pequeños detalles” si no percibimos dos dimensiones vitales en el mundo de la pintura: el conocimiento histórico-cultural que nos proporciona el contexto, y una amplia formación científica, la cual da respuesta a muchas preguntas que se escapan del entendimiento social.
Las Ocas de Medium, un fresco de hace 4500 años
Un ejemplo de civilización que siempre ha fascinado en el mundo de las artes por sus enigmas indescifrables se localiza a las orillas del río Nilo. Los egipcios siempre han sido considerados como unos visionarios, adelantados a la época en la que vivían. Hasta hoy, todo el legado que nos han dejado sigue sorprendiéndonos conforme procesamos la información que nos llega a modo de reliquias, cuerpos embalsamados o pinturas. Una de las últimas sorpresas ha sido al analizar “Las Ocas de Medium”, un fresco de hace 4500 años, que ha sido admirado desde su descubrimiento en el siglo XIX.
En él, se representa una escena de caza de aves con unas características muy llamativas que actualmente no encontramos en ninguna parte del mundo. Anthony Romilio, científico de la Universidad de Queensland, concluyó que, debido a la morfología mostrada en gran variedad de restos arqueológicos y la ausencia de restos animales que confirmaran que posiblemente fueran gansos de pecho rojo (Branta ruficollis), era posible que estuviéramos contemplando una especie extinta, desconocida hasta el momento. Finalmente, en uno de sus comunicados, Romilio apuntaba que “la licencia artística podría explicar las diferencias con los gansos modernos, pero las obras de arte de este sitio tienen representaciones extremadamente realistas de otras aves y mamíferos”. Noticias como esta muestran evidencias de lo poco que sabemos acerca de las especies que han desaparecido con el paso del tiempo y de lo esencial que es una completa investigación de vestigios del pasado para poder llegar a descubrimientos de esta índole.
Sin duda, la cultura esconde una infinidad de secretos que no siempre son fáciles de comprender, aunque no hace falta irse tan lejos cronológicamente. Si nos centramos en España, uno de los cuadros más llamativos y esperpénticos que muestran el lado más oscuro de la sociedad española es un grabado de Goya datado entre 1810 y 1814 conocido como “Gracias a la almorta”.
Dicho grabado refleja las consecuencias de la escasez de alimentos en una ciudad de Madrid devastada por la Guerra de la Independencia (2 de mayo de 1808 – 17 de abril de 1814).
Las almortas o guijos (Lathyrus sativus) es un ingrediente muy familiar en Castilla la Mancha. Su harina es la base para las famosas gachas manchegas, aunque su uso ha sido frecuente para la alimentación de animales. El consumo humano de esta legumbre está bastante regulado debido a que su abuso se relaciona con una enfermedad conocida como el latirismo, patología asociada al sistema nervioso (neurolatirismo) que puede llegar a generar malformaciones (osteolatirismo). El origen de su toxicidad radica en su composición, en la que se incluye la L-canavanina, un aminoácido no proteínico análogo a la L-arginina. Su función biológica en semillas es la defensa ante la herbivoría, pero en este contexto, el organismo humano confunde este aminoácido en el proceso de síntesis de proteínas, incluyéndolo por error. Es así que se sintetizan proteínas aberrantes y se generan los síntomas propios de la enfermedad. Este aminoácido no se reportó hasta 1929, y su asociación con el latirismo en 1941.
Además, como podemos ver en algunos casos, existen eventos que no han podido ser explicados hasta la posterior llegada de ciertos avances tecnológicos. Es el caso de “Los girasoles” de Van Gogh (1888). Entre las quince flores que engloban la obra se puede apreciar una formación un tanto peculiar: la fusión de varias coronas de flores que casi oculta el disco central. Un novedoso estudio comparativo con bases moleculares consiguió explicar este caso tan particular más de 100 años después de la publicación del lienzo. La estructura atípica que retrató el artista se debe a una mutación cuya base molecular no fue caracterizada hasta 2012.
Pero, si tenemos que mencionar un método que ha marcado un antes y un después, ese es el del estudio de las capas de pintura por radiación infrarroja o rayos X. La relevancia de utilizar la radiación se encuentra en que nos permite ver mediante el uso de la difracción de la luz todas las longitudes de onda que la obra emite y absorbe, que es mucho más de lo que el ojo humano puede ver. Estas técnicas no destructivas han permitido conocer el contexto en el que se encontraban los artistas en el momento en el que elaboraban sus obras de arte, a la vez que demostraban las numerosas rectificaciones en búsqueda de la perfección, como le pasaba a Diego Velázquez o a Leonardo Da Vinci. En muchas ocasiones estos hallazgos han llevado a mostrar cuadros ocultos, inacabados o modificados por estética bajo la percepción del arte en aquel momento. Un claro ejemplo es el caso de la “Muchacha leyendo junto a la ventana” (1657) de Johannes Vermeer, donde los rayos X revelaron que había dibujado un cupido idéntico al encontrado en “El joven de pie tocando el virginal”, también del mismo autor.
Estas herramientas no solo han sido útiles para aportar información acerca de la sociedad y el marco histórico, sino que también han sido cruciales para destapar fraudes de imitaciones que rozan la perfección. Escándalos como el que salió a la luz en base a un profundo estudio, en el Instituto de expertos de Bellas Artes de Suiza en 2014, en el que se demostró que el 50% de las obras que están en el mercado eran falsificaciones; o cuando el museo de Terrus en Elne (Francia) hallaba en 2018 la ilegitimidad de 82 de sus 140 obras, lo mismo que otros museos europeos como The National Gallery (Londres), cuyas colecciones aclararon cualquier posible duda al origen y la autenticidad de sus cuadros, llegando a conclusiones similares con respecto a las del museo francés. Un buen ejemplo lo encontramos en la siguiente figura, en la que vemos a la izquierda un cuadro presentado como si fuera de Hans Holbein El Joven, un conocido y apreciado artista alemán del Renacimiento Nórdico, mientras que realmente pertenece a otro autor alemán desconocido (derecha). Todas estas noticias generan mucha inseguridad, no solo a los propietarios de colecciones o las galerías, sino incluso a los propios museos. Esto puede llevarnos a las siguientes preguntas: ¿es posible que hayamos ido a una exposición y no ser conscientes que estábamos observando una imitación? ¿Cuántos particulares han podido pagar cantidades desorbitadas de capital por la copia de una obra de arte?
Con todos estos estudios podemos ver una infinidad de ejemplos que dejan pruebas consistentes de que, por muy diferentes y alejadas que puedan parecer dos materias de estudio como son las bellas artes y las ciencias puras, un análisis completo combinando disciplinas tan alejadas puede llevar a responder muchas preguntas que nunca antes hemos sido capaces de responder, aunque a veces no siempre hallemos la información deseada. Es posible que el desarrollo de las tecnologías siga su curso en la búsqueda de respuestas a innumerables preguntas que se formula el ser humano acerca de su propio pasado y del entorno que le rodea.