Algunas aves viajan a otros lugares del mundo dependiendo de las necesidades. Es lo que se conoce como la migración. Sin embargo, otras especies comienzan una vida nueva fuera de su hábitat debido a los intereses del ser humano. Un ejemplo, es el tráfico de animales exóticos como mascotas. Muchas personas deciden que estos animales son una buena compañía, no obstante, el problema empieza cuando, bien por aburrimiento, o por despiste, son liberados o se escapan de sus nuevos hogares. Algunas especies no sobreviven en libertad fuera de sus lugares de origen, pero otras son capaces de estabilizarse y establecerse en estas nuevas zonas. En los últimos años, un ave muy característica de este tipo de práctica es la cotorra, distinguiéndose dos especies: la cotorra de Kramer (Psittacula krameri) y la cotorra argentina (Myiopsitta monachus).
La cotorra de Kramer es una especie endémica de África y del sur de Asia. Posee un color verde y larga cola, pero principalmente se caracteriza por tener un pico de color rojo en la parte superior y negro en la inferior. Se alimenta de frutos y semillas, y son aves gregarias, es decir, se mueven en grupo, en especial, por las noches, donde duermen en árboles que reciben el nombre de dormideros. En la época de cría anidan por parejas ocupando huecos presentes en los edificios, entre otros lugares.
Esta es la cotorra de Kramer. En este caso, podemos diferenciar que es una hembra, ya que los machos tienen una franja de color negro y rosa en el cuello.
Por otro lado, la cotorra argentina, posee un aspecto muy diferente, al igual que su procedencia: Sudamérica. Es de color verde con tonos azules al final de las alas; y blanca por la parte del frente, la garganta y el pecho. Fabrican nidos muy voluminosos, pero una curiosidad muy destacada de este animal es que es capaz de compartirlos con otras especies como gorriones, palomas, etc. Se alimentan de semillas, y se emparejan de por vida.
En la imagen podemos observar una pareja de cotorras argentinas. No se puede diferenciar el macho de la hembra, ya que ambos sexos son iguales tanto en colores como en tamaño. Normalmente, suelen estar más en el suelo que sobre los árboles.
En numerosas ciudades de España se está convirtiendo en una auténtica catástrofe: Madrid, Sevilla, Barcelona, Zaragoza, Cádiz y Santa Cruz de Tenerife, entre otras provincias. Son algunos de los lugares donde está ocurriendo el suceso. Comenzó aproximadamente en 1986, pero no se convirtió en una amenaza hasta hace relativamente poco tiempo. Una vez que se aclimataron a las nuevas circunstancias, las poblaciones crecieron considerablemente. Cada vez, sus efectos eran mayores debido a que para que fuese posible su realización como especie, tenían que hacerse hueco entre las autóctonas. En el caso de Sevilla, afecta gravemente al cernícalo primilla (Falco naumanni) y al murciélago nóctulo mayor (Nyctalus lasiopterus). Estas dos últimas especies viven entre los edificios, por lo que la cotorra de Kramer las ha desplazado de su propio espacio. Sin embargo, se ha demostrado que la cotorra argentina puede convivir con el resto de especies en armonía, aunque siempre recordando que no deja de ser una especie exótica invasora.
Podemos ver el Parque de María Luisa, en Sevilla. Este es el lugar principal en él que las cotorras se distribuyen.
Esto no solo afecta a nivel ecológico, sino también tiene efectos sobre la salud pública. Son transmisoras de enfermedades como la gripe aviar o la psitacosis. Esta última es parecida a la neumonía, y este tipo de animales pueden tanto padecerla como ser portadores de la misma. Otra consecuencia es el impacto acústico que producen, ya que al comunicarse emiten fuertes sonidos, que son molestos para los habitantes de estas ciudades.
No existe un método muy efectivo para poder controlar la población de ambas especies por el momento. En muchos lugares ya han implantado labores de divulgación para concienciar acerca del problema, y medidas de control como no alimentarlas, y menos aún comprarlas o cogerlas bajo ningún concepto. Aún queda un largo camino ante esta situación, y a pesar de que nos tengamos que preocupar porque son especies que pueden tener efectos negativos sobre las especies de nuestras zonas, no podemos olvidar que no han venido por gusto; sino que han sido introducidas por el ser humano.