El virus del SIDA

Cuando hablamos de enfermedades sexuales, lo primero que nos suele venir a la cabeza suelen ser enfermedades como la gonorrea, la sífilis, el herpes genital, y como no, el SIDA, producido por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH). Esta enfermedad fue descubierta en las ciudades de Nueva York y California en la década de los 80. Aunque su origen se remonta al continente africano. No se conoce con precisión, pero una de las teorías que postula la comunidad científica, y la más aceptada, es que los primeros en tenerla fueron los chimpancés, o una enfermedad similar; que luego “saltó” al ser humano.

El Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) es producido por el Virus de Inmunodeficiencia Humana, que tal como indica su nombre, provoca una inmunodeficiencia al atacar a un tipo de glóbulos blancos que son los que ayudan a combatir las infecciones. Más concretamente, a los linfocitos CD4, los cuales ayudan a coordinar la respuesta inmunitaria. Cuando el virus se introduce en el organismo, comienza a replicarse. Nuestro cuerpo intenta generar una defensa ante este hecho produciendo anticuerpos. Estos son generados ante elementos extraños, como en este caso. Finalmente, el cuerpo no es capaz de seguir el ritmo con el que el virus se replica, y finalmente este gana la batalla.

Se puede transmitir a través de varios medios, como la sangre, la leche materna o fluidos generados por el contacto sexual. Sus síntomas son muy diversos: fiebre, inflamación de ganglios linfáticos, úlceras, dolor muscular, erupciones cutáneas… Sin embargo, hay síntomas que reciben el nombre de tardíos por su aparición a largo plazo. Al afectar a nuestro sistema inmunitario, hace que nuestro organismo sea más vulnerable a posibles infecciones.

La enfermedad puede ser contraída por personas de cualquier edad y género. En la sociedad, siempre se ha asociado a países subdesarrollados o en vías de desarrollo; y con personas homosexuales o con problemas de adicción a ciertas drogas. Sin embargo, esta enfermedad afecta a un gran número de mujeres, aunque en menor proporción. Las edades que destacan se encuentran entre los 15 y los 24 años. El hecho de que una mujer contraiga dicha enfermedad es un gran riesgo en caso de que esta quede embarazada. En la mayoría de los casos, la mayoría de recién nacidos tienen el virus.

Por desgracia, pese a los avances que existen, aún no hay una cura definitiva. La mayor prevención está en la educación sexual y la concienciación de métodos anticonceptivos como el uso de condones. Hay tratamientos que combaten su aparición, o que los síntomas aparezcan más tarde. No se sabe con certeza si se podrá conseguir una cura, pero cada vez más, los científicos creen que es posible una vacuna que sea totalmente eficaz.