Dice Silvio Rodríguez que siempre que se hace una historia se habla de un viejo, de un niño o de sí. Pero mi historia es difícil, no voy a hablarles de un hombre común, haré la historia de un ser de otro mundo, de un animal de galaxia, es una historia que tiene que ver con el curso de la Vía Láctea. Vale, vale, que me pongo a tararear. Sirvan estas breves redondillas del cantautor cubano para esclarecer que quiero hablar de un tema poco conocido: la escala geológica lunar.
Como ocurre con la escala geológica de la Tierra, nuestro satélite, la Luna, tiene una escala geológica propia (quizás sería más correcto decir selenológica, incitando así a la comunidad científica a que empiece a difundir y hacer cotidiano este término). Esta escala selenológica es desconocida para muchos ciudadanos (no les culpo, los científicos y divulgadores no hemos puesto excesivo celo en que se conozcan las terrestres, como para difundir los avances en estratigrafía lunar), quienes en su inmensa mayoría aciertan a decir que nuestro satélite fue sometido a un intenso bombardeo y un proceso de vulcanismo que comenzaría hace unos 4.200 millones de años. ¡Con esto me doy por satisfecho, dado lo diáfano del campo divulgativo en esta temática concreta!
Efectivamente, tal y como han acertado a decir varios de los encuestados antes de realizar este breve (el tamaño muestral no es estadísticamente representativo, ya que sólo pretendía saber qué conocimiento tenía “el pueblo llano” a respecto de este particular), la superficie lunar comenzó a sufrir un intensa actividad selenológica debido a procesos volcánicos e impactos de asteroides hace 4.200 millones de años, continuando el mismo hasta hace unos 1.200 millones de años aproximadamente. De esta forma, con todo lo que sabemos hoy día, podemos dividir la historia de la Luna en cinco períodos distintivos: Pre-Nectárico; Nectárico; Ímbrico (divido en 2 fases, Inferior y Superior); Eratosteniano y Copernicano. Los límites de la escala de tiempo selenítica tienen relación con eventos de gran modificación de la superficie lunar, de manera análoga a como ocurre con la escala temporal terráquea.
El período Pre-Nectárico comenzaría hace unos 4.500 millones de años aproximadamente (el tiempo que tiene la Luna como satélite, como ven, es coincidente con la antigüedad que se le atribuye a la Tierra), concluyendo con la formación del Mare Nectaris hace unos 3.900 millones de años, consecuencia del gran impacto de un asteroide con la superficie lunar. El escaso material lunar del que disponemos está dominado por roca anortosita, roca ígnea responsable de las áreas claras que observamos en la superficie de la Luna, y que vienen a contarnos que la etapa temprana de formación de la corteza lunar se produjo a través de la cristalización de minerales provenientes de un océano magmático. El Pre-Nectárico podría extrapolarse a lo que conocemos como eón Hadeico geológico.
He dejado un cabo suelto, soy consciente, y es que no he dicho nada acerca del Mare Nectaris. Tomen buena nota, como diría cierto futbolístico presidente, ya que el Mare Nectaris es un mar lunar sito en la cara visible de la Luna (ya es mala suerte Pink Floyd, pero todo no se puede tener en esta vida), cuenta con un diámetro de 350 km y ocupa la parte central de una gran cuenca que se encuentra inundada por lavas donde la capa solidificada de la misma se estima en 1 km de espesor. Por consiguiente, una vez formado el Mare Nectaris, pasamos al período conocido como Nectárico, comprendiendo todos los materiales depositados en la Luna antes de la aparición de la cuenca Imbricum. En otras palabras, el Nectárico transcurre entre el impacto que formó la cuenca Nectaris (cuyos materiales son similares a los del período precedente, salvo por el desgaste de los mismos debido a la menor antigüedad), y la que formará la cuenca Imbrium, que data de hace unos 3.850 millones de años.
Llegados a este punto, estamos inmersos en el período Ímbrico, período que abarca desde hace 3.850 millones de años hasta hace 3.200 millones de años. En este período distinguimos 2 etapas: el Ímbrico Inferior, que abarca los primeros 50 millones de años y es en el que se forma el Mare Imbrium y otras grandes cuencas que dominan la zona lunar; y el Ímbrico Superior, período posterior en el cual, el manto que corría parcialmente derretido por debajo de las cuencas lunares, las rellena con basalto. En la actualidad se piensa que los impactos superpuestos sobre la superficie lunar produjeron la roca fundida, bien acercando el material fundido del manto a la superficie, o bien, reduciendo el aislamiento térmico debido a un flujo de calor procedente del manto y que derretiría la parte superior. Por cierto, como curiosidad cabe decir que bajo el centro del Mare Imbrium se encuentra un mascon (del término anglosajón mass concentration), anomalía gravitacional que comprende del 0.015 al 0.045 de la masa lunar, lo que provoca un cambio de altura de entre 60 a 100 metros en los satélites lunares que han inspeccionado la superficie lunar.
El masivo vulcanismo que había caracterizado al período Ímbrico disminuye y llega a cesar durante un tiempo. Entramos así en el período Eratosteniano, el más extenso en la escala selenológica, puesto que comienza hace unos 3.200 millones de años, con la formación del cráter Eratóstenes y finaliza hace 1.100 millones de años. En la escala geológica, el Eratosteniano englobaría a la mayor parte de la era Neoarcaica (del eón Arcaico) y la era Paleo y Mesoproterozoica, ambas pertenecientes al eón Proterozoico.
Podemos afirmar por tanto que desde hace 1.100 millones de años no existen episodios de vulcanismo en nuestro satélite, ya que los flujos de lava más jóvenes identificados a partir de imágenes orbitales parecen datar de esta fecha. Estamos entrando en el período Copernicano, el cual se define sobre la base del reconocimiento de que los materiales recién excavados sobre la superficie lunar son brillantes, oscureciendo con el tiempo como consecuencia de los procesos de meteorización. En la actualidad, la definición de este período está en entredicho, puesto que algunos cráteres se ha observado que son brillantes por razones de composición litológica y no parece existir correlación alguna con la cantidad de meteorización que hayan podido soportar. De esta forma, si el cráter se forma en las tierras altas (donde abundan los materiales brillantes de anortosita), éste seguirá siendo brillante incluso después de haber sido degradado por completo.
El Copernicano tiene su equivalente geológico en la Era Neoproterozoica y el conjunto del Eón Proterozoico, en otras palabras, mientras en la Tierra florecía la vida animal, en la Luna, la actividad selenológica llegaba a su fin, al menos momentáneamente.
Con este breve, menos breve de lo habitual, espero haber conseguido haber dado una pincelada sobre cómo es la Luna, su composición, y por qué es de la manera en que la vemos (y ahora también conocemos) y no de otra manera. Parafraseando a cierto cosmonauta soviético, hoy hemos venido del espacio exterior, pero no se alarmen, seguimos siendo divulgadores, y aunque sólo una persona haya estado a bordo de este breve, fueron necesarias decenas de miles de personas para que fuera un éxito. Muchos científicos, trabajadores e ingenieros, al igual que ustedes, son condecorados hoy por su contribución al conocimiento de la Luna.
1 comentarios en “Una Historia Selenológica”
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