El clítoris podría ser, de todas las estructuras anatómicas, la menos conocida. A diferencia de otros órganos, no parece tener una función concreta y definida a nivel evolutivo. Esto, sumado a que no suele estar relacionado con ninguna patología, podría ser la causa de la poca atención que se le presta tanto en investigación como en educación.
El conocimiento popular sobre el clítoris consiste en poco más que considerarlo como una pequeña protuberancia perteneciente al aparato reproductor femenino cuya única función es proporcionar placer. Y en cierta parte, esto es correcto, pero no hay que olvidar que todo fenómeno en un ser vivo tiene un sentido evolutivo y el clítoris no iba a ser una excepción.
Y decimos “en cierta parte”, porque realmente sus funciones son secundarias. Por un lado, la situación frontal del clítoris en primates ha generado un cambio en el comportamiento, pasándose de una posición lordótica (en la que el macho se sitúa detrás de la hembra en el acto sexual) a una frontal. Esto ha conllevado que el papel de las hembras en la elección del macho tenga más peso, además de un rol más activo durante el coito, reduciéndose así la inmovilización e incluso capacitándola a decidir finalizar el apareamiento antes de que este llegue a su fin. Todo esto da al sexo un papel más social. Además, durante y después del orgasmo femenino se producen una serie de contracciones que facilitan el movimiento del semen dentro de la cavidad uterina y, por tanto, la fecundación.
Anatomía del clítoris.
Por otro lado, aunque estas ventajas puedan parecer la razón por la que se ha conservado el órgano, se cree que el hecho de que el clítoris se mantenga hasta hoy en día se debe a su coevolución con el pene, ya que es la base embriológica de este. Pruebas de esto podemos encontrarlas en el desarrollo de ciertas estructuras fálicas en hembras de animales a partir del clítoris, como es el caso de las hienas moteadas (Crocuta crocuta) y las fossas (Cryptoprocta ferox). Además, se ha descubierto que existe correlación entre la cantidad de hormonas sexuales masculinas durante la gestación de los fetos femeninos y el tamaño del clítoris. Otra evidencia más, relacionado con esto último, es el fenómeno conocido como los “güevedoces” (niños de República Dominicana que hasta la adolescencia presentan genitales femeninos, y desarrollan los masculinos tras la pubertad).
El origen del orgasmo femenino y, por tanto, del clítoris, es difícil de esclarecer, ya que, a diferencia del masculino, no es necesario para que se de la reproducción. Hay que recalcar que cuando hablamos de orgasmo en otras especies, o en su origen, lo hacemos refiriéndonos a un proceso hormonal y fisiológico, ya que no podemos tener constancia de lo que supone a nivel sensorial un orgasmo fuera de los primates. Aclarado esto, todo apunta a que los primeros orgasmos femeninos tuvieron lugar en animales con ovulación inducida por el coito, en los que el acto sexual desencadenaba un cambio hormonal en la hembra que producía la ovulación para facilitar la fecundidad tras él. Su papel, por tanto, era indicar al cuerpo que se estaba produciendo un apareamiento, del mismo modo que el orgasmo masculino señalizaba al cuerpo cuándo eyacular. Tras surgir la ovulación cíclica mediante procesos como el ciclo menstrual, el orgasmo femenino quedó desplazado de su anterior función, manteniéndose al coevolucionar con el masculino. Evidenciando este paso se han hallado las mismas hormonas que se liberan tras un orgasmo femenino durante la ovulación y, de hecho, se ha observado que los orgasmos siguen teniendo cierta influencia en el ciclo.
La estructura del clítoris ha evolucionado desde tener una situación dentro de la cloaca, donde también se alojaba la uretra, el conducto genital y la terminación del aparato digestivo en reptiles, hasta la situación actual en la que la distancia entre la vagina y el glande del clítoris ha aumentado. Como hemos dicho antes, el clítoris ha coevolucionado con el pene, condicionando esto la separación de la que hablamos. En machos, la uretra está ligada al pene, lo que conlleva a que en hembras el clítoris se aleje de la vagina siguiendo la tendencia de separación del tracto genital del urinario. Aún así, los bulbos del vestíbulo del clítoris (estructura interna encargada de la erección) se sitúan rodeando a la vagina desde arriba.
Durante los tres primeros meses de desarrollo embrionario no es apreciable una diferencia entre genitales masculinos y femeninos. Hasta entonces lo que se ha desarrollado en el feto es una estructura similar a una cloaca, y a partir de aquí se dividen los conductos destinados a la formación del intestino y del seno urogenital, a partir del cual se desarrollará el glande del pene en machos, y el glande del clítoris en hembras. Además, otra prueba más de su homología es que a nivel bioquímico, la erección del clítoris y del pene parecen estar mediadas por los mismos mecanismos. Aún con estas similitudes, el glande y el clítoris son estructuras diferentes a nivel funcional y morfológico en individuos desarrollados. Esto es algo que debería estar presente frente a los mitos que describen el clítoris como una versión pequeña del glande.
Puede que parte del desconocimiento acerca de este órgano se deba a que mayoritariamente su estructura es interna. Esto se acentúa si tenemos en cuenta que se trata de un tabú, dificultando esto la investigación y, sobre todo, la divulgación.
Coautor: Manuel Fernández Moreno.