La limnología es definida como aquella rama del conocimiento que se encarga del estudio de los ecosistemas acuáticos continentales tales como lagunas, embalses, marismas, estuarios o ríos. Dada la importancia de las masas de agua continentales para el ser humano, la limnología se ha convertido en una herramienta científica de primer nivel de cara a la gestión y conservación de los medios acuáticos, habida cuenta de los recursos básicos que ofrece a la ciudadanía.
Fotografía de Celso Arévalo
Este es el país en que vivió y desarrolló su actividad científica nuestro protagonista: Celso Arévalo Carretero, propulsor de la limnología en nuestro país. Siendo joven tomó la decisión de dedicarse a la hidrobiología, con la clara voluntad de acometer la introducción de una de las especialidades que faltaban en el todavía muy incompleto panorama científico patrio. De esta forma, el afán modernizador de Arévalo estaba basado en la unidad funcional que habían otorgado a los lagos los pioneros del pensamiento ecológico varios años antes. Sin embargo, ese enfoque moderno que Arévalo quería imprimir a la ecología de nuestro país se encontraba limitado por el insuficiente conocimiento básico de los grupos que habitaban las aguas de España. Por tanto, el paso previo y obligado antes de abordar un enfoque holístico de los ecosistemas acuáticos era, realizar los preceptivos estudios taxonómicos botánicos y zoológicos.
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A pesar de las desavenencias existentes entre la comunidad científica de la época y Celso Arévalo, que iban desde lo profesional a lo personal, nadie duda que la implantación del Laboratorio de Hidrobiología en Valencia no fue casual, dada la proximidad de Valencia (recordemos, destino profesional de Arévalo) a una gran masa lacustre como es La Albufera. El laboratorio, a pesar de la falta de medios económicos, disponía de “varios microscopios y otro material micrográfico así como de una gama bastante completa de instrumental para la recogida y la fijación de muestras […] gran parte de este instrumental ha sido construido en Valencia de forma más o menos casera siguiendo las indicaciones y descripciones encontradas en la literatura especializada”.
Haciendo uso de este instrumental, en 1916 Arévalo inaugura el conocimiento del plancton de las aguas continentales en España, especialmente de los crustáceos cladóceros y de los rotíferos, contribuyendo indirectamente en los primeros trabajos realizados en nuestro país sobre ácaros acuáticos. El primer estudio limnológico, más allá de las notas breves publicadas hasta entonces, lleva por nombre Introducción al estudio de los Cladóceros del plankton de la Albufera de Valencia, estableciendo una completa monografía taxonómica sobre un grupo inédito en la bibliografía zoológica hispana. Un año después, publicaría una segunda monografía titulada Algunos rotíferos planktónicos de la Albufera de Valencia, donde cita veintinueve especies. Incluso va más allá, dedicando mucha atención al estudio de la variación temporal del plancton.
Dibujo y descripción del ácaro Limnesa arevaloi aparecido en el texto de Viets Eine neue Limnesia-Species. Zoologischer Anzeiger. El ácaro lleva el epíteto específico en honor al ecólogo español.
Lamentablemente, la I Guerra Mundial impidió a Arévalo salir a Europa, compartiendo y ampliando su conocimiento. No obstante, su afán de avanzar en el conocimiento de los habitantes nuestras aguas continentales hizo que algunos científicos llegasen a España a trabajar en su laboratorio. Desde 1914 a 1918, pasaron por sus instalaciones el ictiólogo suizo Alfonso Gandolfi, quien realizó algunas observaciones sobre la anguila en Valencia y alerta ya en sus publicaciones de “las amenazas que gravitan sobre L’Albufera”; el malacólogo alemán Fritz Hass, quien en el verano de 1914 se encontraba recolectando en el Pirineo francés y tuvo que refugiarse al otro lado de la frontera con el estallido de la Gran Guerra, lo que le valió a Arévalo para identificar las náyades de la Albufera de Valencia; y el alemán y experto en ácaros acuáticos Karl Viets.
La figura de Celso Arévalo ha pasado inadvertida para la comunidad científica y la sociedad española en general, a pesar de sus aportaciones a la limnología. No es fácil que un científico tenga un animal con su nombre, y Celso Arévalo lo tiene. Pero no se apuren, en palabras del propio Arévalo, “bien es verdad que este desconocimiento es achaque de todas las cuestiones hidrobiológicas españolas”. Durante mucho tiempo, lo que sabíamos de nuestras aguas continentales era muy poco. Afortunadamente, cada vez sabemos más: los limnólogos de hoy son los herederos de Celso Arévalo.